31 de des. 2005

'Lo importante es que tú creas en lo que escribes'

Francisco González Ledesma, escritor

Herme Cerezo

La publicación de una nueva obra siempre es un pretexto válido para descubrir la otra cara de una novela, para acercarnos al verdadero protagonista del libro: su autor. Localizar a Francisco González Ledesma ha sido un proceso divertido, casi “negro” aunque sin fiambres, rocambolesco y con confusión incluida. Pero al final hubo premio y este escritor barcelonés, ganador del premio Planeta en el año 1984 con su 'Crónica sentimental en rojo' y autor de la novela 'Cinco mujeres y media', cuya reseña publicamos el pasado mes de octubre, ha respondido a nuestras preguntas.
Un hombre nacido en el Poble Sec, ¿por qué eligió el castellano y no el catalán?
No pude elegir. El primer idioma que aprendí a escribir fue el catalán, en las maravillosas escuelas de la República, pero el Bachillerato y la educación sentimental los viví en castellano, que era la lengua obligatoria. La primera poesía, la primera novela que me emocionaron y enseñaron algo en esa etapa tan importante, fueron castellanas. Yo escribo muy correctamente el catalán, y hasta tengo publicados en ese idioma textos de Derecho, pero en las novelas, que son creación, me falta la palabra exacta – o hasta mágica – si no escribo en castellano.
Con su obra “Sombras viejas”, en 1948 gana Vd. el Premio Internacional de Novela y, en vez de darle un premio, le dan un palo. ¿Qué sintió en aquel instante?
Sentí desaliento, sobre todo cuando me dijeron oficialmente que “un tipo como usted no publicará mientras viva el Caudillo”. Y así fue, por desgracia. Pero nunca dejé de escribir.
Para sobrevivir no tuvo otro remedio que hacer novelas del Oeste bajo el seudónimo de Silver Kane. ¿A cuántos bandidos ha detenido y ahorcado, cuántas balas ha disparado y cuántos caballos ha puesto al galope, señor Kane?
Como Silver Kane tuve que estudiar bien historia y geografía del Oeste, de modo que creo que no hay errores importantes en mis novelas. No recuerdo a cuántos hombres pasé por las armas en ellas, pero no podían ser pocos porque escribía con realismo sobre una sociedad nueva y violenta.
Por cierto, ¿cómo se le ocurrió el seudónimo? Sin él, ¿hubiera podido publicar sus novelas?
El editor me dijo que no podría firmar las novelas como González porque nadie me creería. Hacía falta un seudónimo que sonara bien. Yo creé Silver Kane durante una madrugada de pobreza y trabajo, uniendo el nombre de un personaje de cómic que yo escribía (Silver Roy) y el apellido de un dibujante que admiraba (Milton Caniff).
¿Sabe Vd. que los lectores de aquellas novelas, entre los que me cuento, éramos legión?
Que los lectores eran legión lo sabía sin duda el editor, Bruguera, quien pagaba poco pero siempre me estaba pidiendo renovar los contratos.
Cuatro novelas del Oeste al mes, cuatrocientos títulos publicados, ¿de dónde sacaba tanta imaginación?
Sacaba la imaginación porque no había otro remedio. Además, he de confesar que en muchos aspectos el Oeste me gustaba y me sugería cosas: la guerra de Sucesión, los primeros ferrocarriles, la cultura india, la justicia basada en la honradez y el valor, la dama del saloon, que tenía un pasado.
¿Comía de sus novelas o, además, tenía que trabajar en otros menesteres?
Siempre hube de hacerlas como tarea suplementaria, quitando horas al sueño. De día trabajaba todas las horas, o bien estudiaba (por ejemplo Periodismo, donde tuve la suerte de lograr el número uno de toda España) al acabar la jornada de nueve horas mínimo. Y ya en plan de delirium tremens buscaba madrugadas para escribir las novelas que yo consideraba “serias”, y que no podía publicar.
Luego llegaron el Planeta, el Hammett, el Prix Mistere, ¿estos premios le han recompensado por tantos sinsabores como parece que le ha deparado la literatura?
Los premios compensan, en efecto, y sin ellos nadie te conoce, pero lo importante es que tú creas –al menos un poco– en lo que escribes.
Siempre me he preguntado cómo se las apañaban los escritores de antes para corregir y corregir y corregir sin ordenador. Vd. aún teclea sus textos en una máquina de escribir, ¿no se cansa de repetir hojas corregidas?
Es un defecto personal mío. Les tengo manía a los ordenadores. Y de momento los editores me aguantan. Mañana ya veremos.
Su inspector Méndez, es un tipo especial. Mal visto por el aparato franquista, dejado por imposible por la policía democrática... parece un progre de los 70 después de la Transición. ¿Qué hay de Vd. en Méndez?
No me parezco a Méndez, pero reconozco que hay similitudes importantes, como no podía ser de otro modo. Soy solitario, creo en la verdad de las calles, leo muchísimo, siempre me equivoco con las mujeres y soy un pésimo gourmet.
Parece imposible que una ciudad española pueda ser escenario de una novela policiaca, sin embargo, Vd. ha conseguido que Barcelona lo sea. ¿Es Barcelona una ciudad tan peligrosa como González Ledesma la pinta en “Cinco mujeres y media”?
Barcelona no es una ciudad más peligrosa que las otras. Al contrario, aquí se respetan bastante las normas civiles, y hubo un tiempo no muy lejano en que fue ciudad de grandes ideales. Pero siempre ha sido una ciudad de “novela negra”: es portuaria, con gente continuamente nueva, tiene un barrio especialísimo (el Chino, hoy El Raval), una población abierta a toda clase de estímulos y un mundo industrial y bancario abierto a todas las oportunidades, no siempre buenas.
Su novela es magnífica. Te coge del cuello al principio y te arrastra hasta el final, no te deja ni a sol ni sombra, hay que acabársela. ¿Cómo consigue que la acción no languidezca sino que avance sin detenerse? Oiga, y al final nos la vuelve a clavar?
Toda la técnica de la novela, logrando dosificar el interés, la aprendí con Silver Kane. Fue un aprendizaje de perro.
¿Está trabajando en alguna novela nueva?
Siempre estoy trabajando. En marzo publico mis memorias (“La historia de mis calles”) en Planeta. Sin trabajar no justificas tu vida.
Una queja. Ni rastro de sus obras. Ni en las librerías de lance, que tanto me gustan, las encuentro. ¿Para cuándo una buena reedición de todas ellas o tengo que invocar a Sherlock Holmes, a Poirot, a Marlowe o a su amigo Méndez para que me ayuden a encontrarlas?
Ya sé que, por desgracia, no se encuentran mis obras. Sólo por Internet las ofrece alguien. Están agotadas, aunque se van reeditando (por ejemplo “Las calles de nuestros padres”, en La Factoría de Ideas).
Para terminar y volviendo a sus “Cinco mujeres y media”, Sr. González Ledesma, ¿cómo es un culo extraparlamentario?
Curiosa pregunta. Un culo extraparlamentario es una licencia para designar un culo no políticamente correcto. Que es justo el culo interesante, imaginativo y no sujeto a las leyes de la moda.

Siglo XXI, 31 de diciembre de 2005

25 de nov. 2005

Els carrers literaris més negres de Barcelona

Àlex Martín Escribà

‘Las calles de nuestros padres’
Autor: Francisco González Ledesma
Editorial: La factoría de ideas, 2005 (1ª ed. 1984)
Pàgines: 317 pàgs.
Preu: 18,95 euros


Publicada per primer cop l’any 1984, Las calles de nuestros padres ha estat recentment reeditada per La Factoria de las Ideas. El seu retorn és una bona noticia per a tots els seguidors del gènere negre per diversos motius: entre ells, perquè els lectors de les novel·les negres i policíaques ja poden tornar a gaudir d’una de les millors narracions del gènere que s’ha escrit durant aquestes darreres dècades. En segon lloc, pel reconeixement que es mereix un escriptor com Francisco González Ledesma, un personalitat literària bastant oblidada dins dels grans noms de la narrativa actual. Entre els motius pels quals no ha gaudit d’un reconeixement ben merescut es deuen a l’impediment i la persecució a la qual es va veure sotmès durant el període del franquisme. Tal va ser la marginació que va patir aquest escriptor barceloní que es va veure obligat a publicar fascicles de quiosc sota el pseudònim de Silver Kane. Un cop recuperat el període democràtic, el narrador català va tornar a signar amb la seva identitat, fet que ha donat lloc a una llarga llista de publicacions que constitueixen una de les nissagues més prominents de la narrativa negra catalana actual.
En aquesta ocasió, Las calles de nuestros padres ens situa, doncs, amb la troballa d’un cadàver sota el llit d’una pensió de mala mort. Aquest fet obre unes línies d’investigació força confuses.

El periodista Amores que busca desesperadament el reportatge de la seva vida es veurà immers en aquest assumpte d’assassinat i d’altres de prostitució. Davant de tot aquest panorama apareix el comissari Méndez —que ja havia fet la seva primera aparició a la novel·la Expediente Barcelona— per resoldre els misteri i aclarir els fets. Tot aquest entramat és acompanyat amb el reflex d’una Barcelona on els ambients sòrdids, corruptes i aspres fan d’aquesta narració una de les millors novel·les urbanes policíaques de la segona meitat del segle XX. El mateix Paco Ignacio Taibo II la va definir com una novel·la «plena de cagades de mosca i de comunes on l’alè de l’orina pertorba a l’usuari».
En aquesta narració podem conèixer a fons al comissari Méndez, un personatge que ja difereix ben poc dels Bogart a les grans produccions nord-americanes reencarnant els personatges literaris de Philip Marlowe o Dashiell Hammett. Es tracta, doncs, d’un personatge fred i desencantat que camina pels carrers de Barcelona amb les butxaques plenes de llibres.
Així doncs, Francisco González Ledesma ens delecta —de la mateixa manera que van fer altres escriptors de l’època com Juan Madrid o Manuel Vázquez Montalbán— amb una novel·la on destaca per sobre de tot un discurs contracultural oposat a aquell missatge oficialista de la transició per mostrar-nos la realitat d’un poble al qual malauradament sempre se li amagava la veritat.


Diari de Tarragona, 25 de novembre de 2005

1 de nov. 2005

Un clásico siempre vigente: "Las calles de nuestros padres", Francisco González Ledesma

Javier Sánchez Zapatero

La factoría de ideas • 2005 (1ª ed.: 1984) • 317 páginas

Originalmente publicada en 1984, Las calles de nuestros padres ha sido recientemente publicada por La Factoría de Ideas. Su vuelta a la actualidad es una buena noticia para todos los amantes del género negro, y de la literatura en general, por, al menos, dos motivos. En primer lugar, porque permite al público acceder fácilmente a una obra fundamental dentro del policiaco español que hasta ahora sólo se podía conseguir rebuscando en librerías de viejo o en fondos de biblioteca. En segundo lugar, porque su vuelta a los estantes de novedades editoriales –donde coincidirá, por cierto, con la última novela del escritor, Cinco mujeres y media- supone un reconocimiento a la producción de un autor perseguido por la mala suerte e incapaz de conseguir el reconocimiento público que su trayectoria literatura y personal merece.
Tildado de “rojo” y “pornógrafo” por el aparato cultural franquista, Francisco González Ledesma sufrió durante la dictadura las prohibiciones de la censura, viendo limitada su capacidad creativa a la composición de novelas de quiosco bajo el pseudónimo de Silver Kane. Con la llegada de la democracia y la normalización del proceso de distribución y recepción editorial, el autor barcelonés pudo por fin desarrollar sin cortapisas sus inquietudes literarias, dando lugar así a una de las más logradas sagas de novelas negras de la literatura estatal.
El hallazgo del cadáver de una mujer bajo la cama de una pensión barata por un personaje gafado al que nada parece salirle bien supone el punto de partida de la obra. Lo que en principio parecía un crimen pasional, o un simple ajuste de cuentas, va descubriéndose a medida que avanza la narración como un asesinato con implicaciones políticas y económicas del más alto nivel.
A través de tres investigaciones –una de ellas desarrollada por el comisario Méndez, que ya aparecía en la anterior novela del autor, Expediente Barcelona, y que se convertiría en protagonista habitual de su producción posterior- cuyos resultados se le van ofreciendo al lector casi en paralelo y que en la trama novelesca se van complementando y cruzando entre sí, González Ledesma va poniendo de manifiesto cómo las cloacas sociales están, más a menudo de lo que se piensa, directamente relacionadas con los poderosos.
El fondo en el que el autor proyecta el fresco de corrupción y crimen que es Las calles de nuestros padres es una Barcelona muy diferente a la ciudad europea, moderna y de diseño que acostumbran a vender los catálogos de turismo. La Barcelona de la que escribe González Ledesma es una ciudad áspera, sórdida, “castigada –como ha señalado Paco Ignacio Taibo II- por las cagadas de mosca y los retretes donde el vaho de la orina perturba al usuario”... Sobre ese paisaje de putas, soplones y mercenarios supervivientes se impone la figura del comisario Méndez. De vuelta de casi todo, Méndez, es, como los protagonistas clásicos del género negro, un personaje descreído y desencantado que pulula por las calles más miserables con los bolsillos llenos de libros.
Creado en plena transición democrática, el comisario representa, con su desengaño y escepticismo, la frustración de toda una generación ante las transformaciones sociales, políticas y económicas producidas después de 1975 y ante la constatación del fracaso de todo el idealismo utópico que rodeó los primeros meses de cambio político. Frente a la interpretación histórica efectuada desde las fuentes de poder, que impusieron el olvido como única forma de superar el pasado y propagaron hasta la saciedad el éxito del modelo reformista, Francisco González Ledesma y otros autores, como Manuel Vázquez Montalbán o Juan Madrid, vertebraron a través de sus novelas negras un discurso contracultural opuesto al mensaje oficialista y recelaron del aparente éxito de la transición, porque, como dice unos de los personajes de la novela, a pesar de todos los cambios, “al pueblo siempre se le oculta la verdad”.

Europolar, 3 (noviembre-enero de 2005/06)

12 d’oct. 2005

Silver Kane, un mercenario del hambre

Herme Cerezo

Mis veranos de adolescencia huelen a pueblo de interior, un lugar hundido en el socavón de la memoria, calcinado por un sol tardío e implacable. Vivía en una casa grande, con buenas sombras, planta baja, piso, desván ratonero, corral y un huerto estéril. Las tardes, llenas de moscas recalcitrantes, nos hundían a mayores y pequeños en un sopor perezoso. Taciturnos y tediosos, aguardábamos la retirada del Sol para salir a pasear. La mejor forma de combatir aquel agostamiento de septiembre era la lectura. Y el TBO, Tiovivo, Pulgarcito, DDT, el Guerrero del Antifaz, el Jabato o el Capitán Trueno ya no me alimentaban. Ocuparon su vacío intelectual Julio Verne, las Joyas Literarias Juveniles de Bruguera y, sobre todo, Agatha Christie. Mi tío Paco, en todas nuestras vidas hay siempre un tío con ese nombre, leía compulsivamente novelitas del Oeste. "Esto es como las aguas minerales - me decía -, todas saben igual". Cuando las terminaba, las marcaba con sus iniciales, las envolvía en papel de periódico y las ataba con hilo de palomar. Bajaba al kiosco de la plaza para cambiarlas por otras, marcadas por otros símbolos, tan sobadas y soñadas como las suyas. Abonaba la tasa por el trueque y regresaba a la casa de sombras generosas. Se sentaba en su mecedora, se calzaba las gafas y comenzaba a leer. La ceremonia, exacta y ritual, se repetía un par de veces al mes. Yo, impacientemente, aguardaba su regreso para controlar la "mercancía". Había muchos nombres, todos pretendidamente americanos, émulos de Zane Grey: Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger o Fidel Prado...
Sin embargo, uno de aquellos falsos americanos me gustaba sobremanera: Silver Kane. Ignoro qué tenían sus novelas o qué encontraba yo en ellas, pero lo cierto es que las distinguía de las demás sin mirar las tapas. Las devoraba en poco tiempo, sin saber que Silver Kane no era anglosajón, ni siquiera portugués o griego, ni tampoco un seudónimo. Kane, cosas de la vida, era catalán. Un catalán luchador, un superviviente, un mercenario del hambre que, además, escribía en castellano.
Pero de eso me enteré mucho más tarde.
Ocurrió durante la solitaria madrugada de un domingo. Un programa de televisión, rara avis, sobre literatura. Oficiaba Sánchez Dragó, quien tenía frente a él a un tipo agradable, con los cabellos blancos, amable y paciente, vestido con chaqueta y camisa. Era abogado de carrera, periodista de profesión y novelista vocacional. Tenía en su haber más de cuatrocientas novelas del Oeste. Gracias a los revólveres, diligencias, cuatreros y maleantes que contenían sus treinta y dos mil páginas, había resistido la marginación de la Dictadura y superado las penurias de su familia. Terminó de ganarme para su causa cuando reveló que las había escrito bajo un seudónimo: Silver Kane.
Ante mis ojos, treinta años después, tenía al escritor que alivió el calor de mis septiembres adolescentes. En respuesta a otra pregunta del presentador, Silver Kane contó una anécdota: la víspera de entregar una novela a la editorial, que pagaba a plazos sus ochenta folios semanales, con un tiroteo a medio teclear en su Olivetti, se fue la luz. Un apagón en los años sesenta o setenta podía durar minutos ... O tal vez horas. Así que aquel profesional del seudónimo, ni corto ni tampoco perezoso, agarró su máquina, una mesa y una silla y se subió al terrado de su casa. Al albur de la Luna llena, concluyó la balacera y lo que siguió después. Toda una lección de responsabilidad, de necesidad, de honradez, de savoir faire.
El hombre del cabello otoñal era Francisco González Ledesma (Poble Sec, Barcelona, 1927), alias Silver Kane, otro Paco, también supongo que tío de alguien, escritor censurado por el régimen franquista a causa de su novela "Sombras viejas" con la que ganó el Premio Internacional de Novela (1948). Luego obtuvo otros galardones: el Planeta (1984), el Premio Hammett (2003), el Prix Mystère (1986) y fue finalista del Ciudad de Valencia (1983). Su literatura se mueve dentro del género "negro" y ubica sus historias en Barcelona. Por allí han transitado, transitan y transitarán todos los personajes que pueblan su imaginario personal, especialmente, Méndez, su inspector de policía predilecto.
Hoy en día, las novelas de González Ledesma son difícilmente localizables. Ni siquiera en las librerías de lance, a las que tan aficionado soy, encuentro su huella. Y en las otras, en las comerciales, hay algunos títulos, pero nunca más allá de dos o tres. Lamentable. Espero que alguien subsane esta ausencia y que no ocurra como con Gironella, Joseph Roth, Sándor Marai y tantos otros que, al igual que el Cid, ganaron sus batallas a título póstumo.


Siglo XXI
, 12 de octubre de 2005

22 de set. 2005

Massa dones per a un home sol

Alba Alsina

Francisco González Ledesma, Cinco mujeres y media. Planeta. Barcelona, 2005.

Potser perquè Francisco González Ledesma va ser durant molts anys Silver Kane, el seu inspector Méndez té més ànima de xèrif d’un western en el qual Barcelona és la ciutat sense llei que no pas de brusc investigador privat de barret inclinat o de policia expeditiu i expert en armes. De fet, a cada nova novel·la aquest vell inspector, arraconat pels companys perquè continua aferrat a mètodes contundents que no s’avenen amb aquests temps políticament correctes, va fent passes per assemblar-se cada cop més al pistoler interpretat per Clint Eastwood a Sense perdó. Aquest procés de mimesi ha arribat al seu punt àlgid a Cinco mujeres y media, la nova entrega de les seves peripècies, en la qual l’univers del vell Méndez es veu envaït per les dones. No és que aquí una prostituta amb la cara tallada necessiti un venjador, però les dones, tant les riques com les pobres, que pul·lulen per aquesta novel·la tenen problemes. Algunes més que d’altres. I en gairebé tots s’hi veu involucrat el vell inspector, que va coneixent aquestes dones a partir de la violació i l’assassinat d’una altra dona, Palmira Canadell.
És un punt de partida violent per a una història construïda sobre una doble teranyina. Per una banda, la que relaciona Méndez amb alguna d’aquestes dones (Marta Pino, Emma Canadell, Patricia Cano) a partir dels contactes que tenen amb els presumptes autors del crim i amb certs individus del món de l’hampa. I per l’altra, la que posa en relació la majoria de protagonistes femenines entre si (Eva Ferrer, Anna Parra, Elena Bustos i les esmentades més amunt), que al final de l’obra fa un gir de 180 graus que ens les farà veure amb ulls molt diferents. Perquè, generalment, a les novel·les policíaques (a part d’honroses excepcions), a les dones els toca el paper de víctimes. I, tal com comença aquesta novel·la, totes tenen molts punts per ser-ho. Però, a mesura que de la mà d’en Méndez anem descobrint els punts flacs de totes elles, van canviant el seu paper a la història alhora que n’assumeixen un de ben diferent: el de venjadores.
I dues històries paral·leles: la relacionada directament amb el crim que obre la novel·la (que persegueix castigar els assassins per la via oficial de la justícia) i una altra de més subtil i sibil·lina que també busca el càstig d’un home que, des de la prepotència dels diners, ha comès una pila de crims que la justícia, sempre cega i moltes vegades manca, no pot fer-li pagar.


BARCELONA RICA I POBRA

En aquestes circumstàncies, la novel·la és un recull de tranches de vie que porta el lector dels carrerons del Raval a les mansions de la zona alta de Barcelona, aturant-se també en mpolsinats despatxos de l’Eixample i modestes cases del barri de Roquetes. Perquè, tot i que la Barcelona rica i la pobra es donen l’esquena, no poden viure l’una sense l’altra. I de la intersecció entre aquests dos mons surt aquest àlbum, en el qual González Ledesma pot desplegar les seves arts de constructor de personatges (el desencant d’en Méndez, la indefensió d’Emma Canadell, la culpabilitat de Patricia Cano, la classe d’Eva Ferrer, la perversió de Conrado Pino...), d’observador d’una ciutat que a base de rentar-se la cara per als de fora perd a marxes forçades les seves essències i, sobretot, de connaîsseur de les dones. De totes. Des de la tràgica Elena Bustos fins a la senyorial Marta Pino, a les quals tracta com autèntiques reines. I això que algú podria dir que són massa dones per a un home sol.

Avui, 22 de setembre de 2005

9 de set. 2005

El inspector Méndez entre faldas

La perspectiva femenina domina en la nueva novela negra de Francisco González Ledesma, 'Cinco mujeres y media'

Matías Néspolo

Es un hombre de perfil bajo, un tanto más discreto que su colega Pepe Carvalho. Sin embargo, el inspector Ricardo Méndez también está llamado a convertirse en leyenda. Quizá porque este poli casi tan veterano como su creador, Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), se acerca peligrosamente al retiro. Tal vez porque es un sabueso de la vieja escuela, que prefiere un buen interrogatorio a las pericias más sofisticadas de la brigada científica, porque saca datos más precisos de los ojos de un sospechoso que de una muestra de ADN. O puede que sea su último caso, Cinco mujeres y media (Planeta) -a pesar del escaso mérito que le reconocen sus superiores-, el colofón de una impecable hoja de servicios que ya le garantiza un lugar destacado en la historia de la mejor literatura criminal.
Como sea, Paco González Ledesma repasa la trayectoria de su héroe con sincera humildad. Aunque ya había hecho sus primeras y fugaces apariciones en Expediente Barcelona (1983), Méndez adquiere pleno protagonismo en Las calles de nuestros padres, novela de 1984 reeditada recientemente. Se consagra con Crónica sentimental en rojo (Premio Planeta, 1984) y se consolida con La dama de Cachemira, obra galardonada en Francia con el Prix Mystère du Meilleur Roman Etranger 1986.
La decena de novelas que componen su currículo profesional lo definen como polizonte fuera de lo común. «Es un policía sentimental», dice Ledesma, y confiesa que tiene algo de poeta: «Lleva los bolsillos llenos de libros y no se atiene al reglamento, por eso nunca lo ascenderán». Méndez cree más en la ley de la calle que en la de los tribunales. Para colmo de males, arrastra consigo la sospecha, porque «bajo el franquismo ayudaba a los rojos y en la democracia desconfían de su pasado al servicio del régimen».
A diferencia de casos anteriores, que remitían al universo masculino como tradicionalmente sucede en la novela negra, Méndez se mueve ahora entre faldas. «Las mujeres son el principal componente de la vida social. Muchas lectoras me aconsejaron que le prestara atención a la perspectiva femenina», dice Ledesma.
Cinco mujeres y media comienza con la violación y el asesinato de Palmira Canadell, una humilde trabajadora de simpatías anarquistas.A Méndez sólo le encargan que husmee en el funeral y no se inmiscuya en el caso, pero como el viejo inspector no puede con su genio acaba investigando por su propia cuenta. Y lo que parecía una crónica más para la hoja de sucesos se convierte en una intriga de alto vuelo cuando aparecen uno a uno los cadáveres de los tres macarras violadores.
Una hermana gemela de la víctima, un viejo sicario que vuelve a las andadas, una elegante dama de Pedralbes enriquecida con el multimillonario negocio de la construcción, una viuda y una prostituta suicida. Encastrar estas piezas no parece nada fácil, pero Méndez lo logra recorriendo las calles de su jurisdicción, cuyo centro de operaciones es la comisaría de Drassanes. «Cuando remodelaron ese edifico, la policía me regaló el sello oficial», recuerda Ledesma como prueba de fidelidad territorial de su héroe.El recorrido urbano de Méndez es el mismo de siempre, el Raval de bajos fondos y el Poble-sec natal del autor. «El alma de los barrios no ha cambiado. Las historias de la Barcelona profunda siguen siendo las mismas, lo que ha cambiado es la fachada», concede Ledesma. Porque la ciudad que retrata Cinco mujeres y media es otra muy diferente a la que suele dibujar el depurado costumbrismo del escritor. «Es la Barcelona del Fórum, la de los precios inverosímiles y la de la explotación inmobiliaria», asiente.
Sin embargo, este cuadro de actual vigencia no descarta un movimiento inverso hacia el pasado. La Barcelona profunda aún conserva las heridas abiertas de la Guerra Civil. Uno de los episodios más duros es el recuerdo de una de las protagonistas que, en los rigores de la posguerra, fue iniciada en la prostitución por su propia madre. «Son episodios que han existido, pero sabe mal recordar», dice Ledesma, y recuerda cómo en el Café Sevilla del Paral·lel, en tiempos de hambruna y desesperación, las prostitutas se hacían acompañar por sus madres para simular respetabilidad y elevar así su tarifa. «Era muy normal. Cuando el padre había sido fusilado por el régimen o estaba en prisión, las madres consentían la actividad de sus hijas como uno de los pocos recursos para combatir el hambre», dice el escritor, que de ninguna manera condena aquellas mujeres, «porque se prostituían sin perder su dignidad». El que sí condena y censura es el narrador de la novela, porque la madre que aparece en la ficción sí pierde toda dignidad al iniciar a su hija cuando todavía es una niña.
Consciente del dolor que aún hoy despiertan estas viejas escenas en la memoria de los represaliados por el franquismo, Ledesma se esfuerza en extremar la delicadeza en el tratamiento literario.Recurre al monólogo interior para recrear la traumática experiencia infantil de su personaje femenino. Si a ello le sumamos pasajes contados en primera persona, el uso del narrador testigo en tercera persona y de a ratos, omnisciente, obtenemos un mosaico de estilos y recursos narrativos que hacen de esta novela un artificio literario mucho más sofisticado que las primeras aventuras de Méndez. «Hoy esas primeras novelas me parecen un tanto elementales», confiesa Ledesma. «Como no me asustan los desafíos, he querido ensayar formas nuevas». Y por cierto que la novela negra, o «novela social» como prefiere el autor, gana mucho con esas innovaciones formales.

El Mundo
, 9 de septiembre de 2005

24 d’ag. 2005

El inspector Méndez y las mujeres

Francisco González Ledesma
Cinco mujeres y media
Planeta
390 páginas
20,50 EUROS

Lilian Neuman

Mujeres de armas tomar, mujeres de clase alta, mujeres muertas de miedo, mujeres aplastadas por sus maridos, mujeres cultas y reservadas, mujeres sin esperanza. El título hace justicia a su contenido, porque todo lo que aquí sucede está vinculado al talante femenino. Un tema que a este inspector de policía del Raval desplazado por sus superiores y acostumbrado a la soledad le sigue interesando, y mucho.
Hace dos años, Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) publicó su anterior entrega protagonizada por este cansado pero vivaz inspector que no ha encajado ni le ha caído bien a nadie, y a la vez ha caído tan bien a todos. Cuando el franquismo, Méndez tenía el detalle de ir a avisar a los disidentes que serían objeto de una redada, también llevaba libros a los rojos que estaban en la cárcel. Bajo cualquier régimen, este hombre de mal vestir y bolsillos cargados de libros se ha dedicado a reivindicar prostitutas, a reinsertar chorizos y a defender lo que en ese momento no tocaba defender. En la excelente El pecado o algo parecido - ganadora del premio Hammett-, la ciudad de Barcelona era un personaje de tanto peso como el mismo Méndez. Una ciudad que se le va desintegrando a este caminante infatigable, que ya no deja sitio para las putas fieles ni los que creen en lo inútil. En esta nueva novela, a esta ciudad se le cae del todo la máscara. Detrás de ella está la caída de la industria textil, por ejemplo, en beneficio del bluff inmobiliario. Detrás de la belleza que busca el turista y que en nada se asemeja a la belleza que Méndez busca en su barrio de siempre, un grupo de mujeres muy diversas parecen estar de acuerdo para dinamitar algunas cuantas cosas. Cada una a su estilo y a su aire.
Una muchacha de clase modesta ha sido violada y asesinada. Y su hermana gemela corre el mismo peligro. Los atacantes andan sueltos y, para peor, los defiende el mismo bufete que representa a El Corte Inglés. ¿Qué ocurre con la justicia? ¿Cómo es que deja en libertad a violadores reincidentes y que acaban de demostrar su intención de reincidir? La policía hace su trabajo, pero Méndez hace el suyo, y muy bien.
Es un verdadero placer leer a González Ledesma, escritor de sorprendente trayectoria, periodista que, como Méndez, pateaba las calles. Esta reseña debería dedicarse a citar todas y cada una de las frases célebres y amargas que se desgranan en esta historia de fatalidades de clase - la pobre y la adinerada cargan con su respectiva cruz-, de memeces políticas y ricachos espeluznantes. Se le podría reprochar que en esta novela de compleja trama el propio Méndez quede un poco en segundo plano, sobre todo hacia el final del libro. Pero también es cierto que con las mujeres que desfilan por aquí, no hay Méndez que valga.
De todas formas, permítame el lector transmitir mi alegría moral y estética con una sola cita, en el momento que Méndez se encuentra con una de las cinco mujeres y media que lo tendrán a maltraer: "Las mujeres como usted me fascinan, aunque sea enun terreno puramente literario, que por otra parte suele ser el más real de los terrenos posibles. Una chica como usted, que tiene ventana a un jardín privado donde dejan entrar a los pájaros de buena familia, pero no dejan entrar a los poetas. ¿Para qué iban a hacerlo, si a lo peor un poeta se enamoraba de usted?"

La Vanguardia
, 24 de agosto de 2005

30 de jul. 2005

Justicia en el barrio de los cielos

CINCO MUJERES Y MEDIA
Francisco González Ledesma
Planeta. Barcelona, 2005
390 páginas. 20,50 euros


LAS CALLES DE NUESTROS PADRES
Francisco González Ledesma
La Factoría de Ideas
Madrid, 2005
390 páginas. 19 euros


J. Ernesto Ayala-Dip

La publicación de esta nueva novela de Francisco González Ledesma viene acompañada del rescate de Las calles de nuestros padres, obra editada por primera vez en 1984 y en la cual el inspector Méndez ocupaba su asunto de cabo a rabo, a diferencia de Expediente Barcelona, el primer título en donde nuestro célebre detective inauguraba su andadura, aunque lo hacía a ráfagas. Antes de entrar en el comentario de estas obras, recojo una opinión de José Ovejero a propósito del estatuto de la novela negra: "Es injusto pensar que la novela negra no exige esfuerzo intelectual al lector". Que se lo pregunten si no a los lectores de El inocente (Debate), de Mario Lacruz, una de esas novelas policiacas donde Kafka y Dostoievski se codean con Poe y Chandler. No digo que la narrativa de género de Ledesma esté en la tesitura de Lacruz, pero sí defiendo que en sus libros hay siempre un esfuerzo por apartarse de la comodidad estilística que suele atenazar a muchos otros autores españoles de novela policiaca. Esta comodidad termina a la larga por desapegarnos de las historias que narran. Sólo los destellos formales o psicológicos o los dos a la vez, como los que encontramos en José Carlos Somoza o Lorenzo Silva, son los resortes con los que la novela negra puede asegurarse los lectores más exigentes.

De Las calles de nuestros padres.

En esta obra, el inspector Méndez hace su entrada estelar. Brilla con su desparpajo y sus bolsillos llenos de libros, otea el mal a las primeras de cambio, se pule a Rilke en la parada de los autobuses, se da de bruces con algunas realidades y, sobre todo, muestra sus credenciales: su estirpe le viene de los Sam Spade y, fundamentalmente, del arsenal reflexivo de los Philip Marlowe. Cinco mujeres y media abunda en ese criterio ya clásico en la novela negra universal: urdir tramas que sean metáforas amargas y desalentadoras del medio social en que tienen lugar. Decía hace poco el mismo autor barcelonés (de Poble Sec, el mismo barrio que vio nacer a Serrat) en declaraciones a Javier Cuartas, que él mismo, a través de Méndez, quiere "una justicia de izquierdas", una justicia que protegiera a la víctima y no al culpable. Estas palabras fueron pronunciadas tal vez al hilo del argumento de Cinco mujeres y media, un argumento en el que la violación y asesinato de una trabajadora es su meollo dramático. Debe el lector leer las dos novelas respetando su orden de publicación. Comprobará así una evolución en la técnica novelística. Un desarrollo de menor a mayor en la exigencia del punto de vista y en un cierto y gratificante perspectivismo. Precisamente estos elementos narrativos son los que hacen que las novelas de González Ledesma no limiten su territorio a la rutinaria crónica de sucesos. En sus novelas hay crímenes execrables. Hay personajes, que como los héroes que quería Aristóteles, cometen errores casi irreparables. Hay desenlaces más o menos justos, generosidad en medio de mucha mezquindad, y un enorme caudal de piedad en una sociedad en la que esta virtud es casi una entelequia.

El País
, 30 de julio de 2005

26 de jul. 2005

Novela negra social

M. Paul

El escritor Francisco González Ledesma se adentra en las entrañas de la sociedad

Al inspector Méndez nadie le hace caso, a su superior le gustaría enviarle una corona, pero investigando en los cafés y casas de citas de los barrios bajos de Barcelona e interrogando a prostitutas y chorizos acaba llegando al fondo de los casos. En Las calles de nuestros padres, se enfrenta al asesinato de dos mujeres, la secretaria de un hombre de negocios y una menor que ejerce la
prostitución. Crímenes que esconden una oscura trama relacionada con el mundo del dinero y la política. La novela apareció en 1983; es anterior a Crónica Sentimental en Rojo, con la que su autor, Francisco González Ledesma, ganó el Premio Planeta, y ahora es reeditada por La factoría de ideas.
Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) refleja en Las calles de nuestros padres el viejo periodismo (fue redactor jefe de La Vanguardia y antes de El Correo Catalán). Un periodismo que tenía dos cosas sagradas: el amor a la libertad y el amor a la noche. 'Todo esto se ha terminado, los periodistas terminan a las diez de la noche y están callados en la redacción', afirma el escritor.
Después, ha metido a Méndez en otras aventuras, la última Cinco mujeres y media, cuyas protagonistas son mujeres. La presencia femenina es importante para el escritor, porque a parte de plantear problemas que la legislación, y menos la moral pública, no tienen en cuenta, 'las mujeres tienen una psicología más complicada y superior a los hombres'.
Sus novelas no escapan ni a los recuerdos, 'te traicionas a ti mismo si no los vuelcas', ni a la realidad social de su ciudad, Barcelona. 'En algunos aspectos no soy un escritor dulce ni cómodo, reflejo esa realidad social porque es verdad, la he vivido'. González Ledesma vivió de niño en esos barrios pobres, revolucionarios, en los que se mueve Méndez y que tanto han marcado al personaje. El escritor reconoce que cuando está cansado vuelve a ellos. 'Si sobreviví entonces, ahora también. Son mi último refugio'. El novelista también ha sido abogado, 'curiosamente, de gente rica', un mundo que conoce bien.
González Ledesma acaba de participar en la Semana Negra de Gijón, donde los autores han tomado el pulso al género. Ahora, admite, la novela negra se ha ganado el respeto del público porque se está transformando en novela social. 'Se adentra en las entrañas de la sociedad, cuando antes sólo lo hacía en el misterio y la intriga. Eso hace que tenga más consideración', aprecia.
El autor sufrió la censura franquista. Entre 1948 y 1977 le fue casi imposible publicar, lo que le dejó sin esperanza, 'todo lo que escribía era para mí', y le obligó a tener más fe que antes. Se tuvo que ganar la vida con la novela de aventuras bajo el seudónimo de Silver Kane. 'Fue un gran aprendizaje', recuerda.
En cada una de aquellas novelas de aventuras -del oeste, policíaca-, que se desarrollaban siempre en otros países, González Ledesma hablaba de la lucha contra el cacique y de la libertad moral de los personajes. 'Como todo pasaba fuera de nuestro país, la censura lo permitía. Una mujer podía redimirse en el Oeste, aquí no'.
En estos momentos trabaja en las nuevas aventuras de Méndez, que se mueve por un Poble Sec distinto a causa de la inmigración, y en sus memorias, que espera publicar el año que viene. 'Me di cuenta de que había muchos aspectos de Barcelona que se perderían para siempre si no las escribía', se justifica. Serán una crónica social, en las que González Ledesma hablará del periodismo que vivió, las editoriales que conoció, el ambiente social de la postguerra, el hambre, los fusilamientos. Con absoluta sinceridad, promete.

Cinco Días, 26 de julio de 2005

13 de jul. 2005

«No puedo oír hablar de Alfred Hitchcock»

El autor presentó ayer 'Cinco mujeres y media', su última novela desde que recibió el premio Dashiell Hammett en 2002

L. Alonso

Abogado antes que fraile, Francisco González Ledesma conoció a muchos delincuentes en los tribunales y allí supo de primera mano lo que sufren las víctimas. Después llegarían el periodismo y la literatura. Ayer, el escritor presentó en la Semana Negra su última novela 'Cinco mujeres y media'.
Su salto de la abogacía al periodismo ya fue registrado por EL COMERCIO en la primera edición de la Semana Negra. Hoy, dieciocho años después de la que sin que medie pregunta considera «una de las mejores entrevistas» que le han hecho, González Ledesma habla de Gijón, de su obra y de las transformaciones que sufre su geografía sentimental, motor de sus obras.

-Barcelona, el escenario por excelencia de sus novelas, tiene muchas similitudes con Gijón.

-Las dos tienen el mismo espíritu de ciudad obrera y han sido víctimas de las consecuencias del capitalismo salvaje, al que se han resistido Pero Barcelona es ya inhabitable, mientras que en Gijón la calidad de vida es mayor.

-Ambas ciudades han sufrido la reconversión industrial, aunque con desiguales resultados.

-En Gijón se desarrolló el capitalismo de Estado y en Barcelona, el de la empresa privada. Ambos son igual de crueles. No hay derecho a lo que le están haciendo a Asturias con la reconversión.

-Si Alfred Hitchcock hubiese conocido el Tren Negro, ¿Qué habría sido de 'Extraños en un tren'?

-¿No me hables de Hitchcock! Estuvo a punto de comprarme un guión.Yo, entonces, alquilé un piso caro en Barcelona. Pero el sindicato de guionistas de Hollywood presionó para evitar que el director comprara sus guiones en el extranjero. Me quedé sin piso, y ahora, cada vez que lo veo, me pongo enfermo.

-Entonces, si comenzara una novela negra a bordo del Tren Negro, ¿Cómo se desarrollaría?

-No sería difícil. De hecho, ya lo he pensado alguna vez.El tren que trae a los escritores de la Semana Negra es muy adecuado para ello. Habría un escritor que en el tren se encuentra a una periodista veterana a la que amó y le inspiró su primera novela. Él, que se ve viejo y fracasado a su lado, se suicida. Sin embargo, le dará a la mujer las claves para resolver su muerte.

-'Cinco mujeres y media' contiene una crítica feroz a la Justicia...

-Méndez, al igual que Ledesma, está de parte de la víctima. Estoy a favor de la reinserción del delincuente, pero discrepo en dos aspectos del sistema judicial: un delincuente sexual no se regenera nunca. Además, recibe ayudas desproporcionadas: asistente social, cobra el paro en la cárcel...

-¿Es más fácil ser medio hombre, o medio mujer?

-Últimamente, las mujeres se están masculinizando, y los hombres, feminizando. Yo, que soy un poco ingenuo, aún creo en los valores masculinos tradicionales de respeto y protección de la mujer.

-Entonces, ¿Cree que las mujeres necesitan protección extra?

-Es una cuestión de fortaleza física. Quizá no, pero es necesario cierto sentido caballeroso. No hay que olvidar que sin las mujeres, los hombres no haríamos nada. Ellas constituyen la justificación de la vida del hombre. Todo lo que hacen los hombres, sea ser héroe de guerra o ganar dinero, es para conquistar a una mujer.

El Comercio
, 13 de julio de 2005

González Ledesma: la verdad de la calle

Alvaro Villa

Ayer pasó por la Semana Negra un autor de esos que desprenden sabiduría, que los lectores miran con admiración desde sus sillas, felices de poder estar escuchándole. Francisco González Ledesma presentó para ellos su nueva novela, Cinco mujeres y media. Al terminar, se sentó en una silla, con una mesa delante, y escribió dedicatorias pacientemente, con cariño, tomándose la molestia de levantarse de la silla y estrechar la mano a cada uno de sus lectores antes de despedirles.
En la carpa de los encuentros de la Semana Negra, se produjo ayer esta peculiar presentación pues los comentaristas apenas se atrevieron a decir una sola palabra sobre el libro en cuestión. Sin embargo, incluso quienes no conocían al autor salieron con ganas de leerlo. Pero es que cuando tres entusiastas y admiradores lectores como son Paco Camarasa, librero catalán, Paco Ignacio Taibo II y Raúl Argemí, escritor argentino afincado en Barcelona, se lían a elogiar a alguien, es imposible no sucumbir al canto de las sirenas y no tener, al menos, ganas de irse con el libro. Y qué mejor cosa que hacerlo estando allí el autor para firmarlo.
Paco González Ledesma nació en Barcelona hace setenta y ocho años. Su escritura se centra en esta ciudad, cuya alma contribuye a pintar en ese mismo cuadro literario en el que también se ejercen o ejercieron autores como Juan Marsé, Eduardo Mendoza o el fallecido Manuel Vázquez Montalbán.
En estos pocos días de Semana Negra 2005, se ha escuchado varias veces decir que la novela negra es el género literario más social y el que mejor refleja la sociedad en la que se desarrolla. El primero en afirmarlo ayer fue Camarasa: la literatura social de principios del milenio es la literatura negra, y Ledesma es la prueba de ello. Estamos, pues, ante un género que se caracteriza por plasmar en sus novelas el espíritu de los lugares de los que habla y ayer tuvimos entre nosotros a un maestro en estas artes. Porque, como dijo Raúl Argemí, cuando un escritor adquiere las herramientas del oficio ocurre a veces que el oficio llega a comerse al escritor. A Ledesma no se le comió el oficio. Es un escritor de profunda originalidad en su modo de ver la realidad y en sus metáforas para contar cómo huele la realidad. Para él, el escritor barcelonés logra seguir siendo siempre original pese a tener tantos años de oficio.
Ayer pudimos saber un poco al secreto que tiene este autor para lograr tal acercamiento a la realidad barcelonesa. Y todos sus lectores lo sabrán totalmente algún día, pues en estos momentos Ledesma se encuentra escribiendo sus memorias, que llevarán como título: La historia de mis calles. Cuando este autor quiere hablar de sí mismo, recurre a las calles de Barcelona: la pequeña historia de las calles es muy sencilla y está formada por los vecinos que hemos tenido y por las cosas que aprendimos de nuestra madre. Pensé que toda esas personas se merecían ser recordadas, y por eso me puse a escribir mis memorias. Son la historia de una calle pobre y de una gente pobre que tiene una esperanza que nunca podrá realizar.
En este libro también narrará sus experiencias como periodista y como abogado, dos de las profesiones que ha ejercido —además de escribir novelas populares bajo el seudónimo de Silver Kane—. Como periodista llegó a ser redactor jefe de La Vanguardia y de El Correo Catalán y obtuvo el premio de periodismo El Ciervo. Como letrado, además de haber publicado el libro de derecho El dret catalá actual, Ledesma fue abogado defensor. "Conocí a muchos delincuentes en esa etapa y sé que hay algunos que se pueden recuperar y otros que no, que son un peligro para la sociedad. Como abogado, muchas veces me pregunté si había actuado correctamente o no".
Para él, la ley de los tribunales y la ley de la calle son contradictorias, no siendo siempre justa la primera de ellas. Entre todos estos elementos podemos encontrar, pues, las fuentes de las que se nutre González Ledesma: la calle, el periodismo, los tribunales.
De Cinco mujeres y media vamos a contar algo. Hay una muerta, un investigador y una ciudad que despierta muchos ecos, dijo Argemí. Algo más podemos decirles. El protagonista es Méndez, ese inspector que ya conocemos, incapaz de hacer carrera política y que sigue sin lograr un ascenso. Sin embargo, ahora vive mejor, pues ya está en un pisito lleno de libros. Eso sí, sigue siendo un hombre de las Ramblas.
En palabras de Ledesma, Méndez nunca obedece una orden y siempre lleva las investigaciones a su manera. Cree que hay una verdad en la calle, que se puede descubrir. Este inspector, explicó, es más real de lo que parece, pues es una representación de cuatro policías que él ha conocido.
A Méndez, señaló Camarasa, se le escapan los detenidos y cree en los informes de las miradas y en las voces de las personas más que en los ordenadores y en los nuevos medios tecnológicos.
Busca en los portales oscuros y en los rincones. Es un policía que cada vez que pasa por una librería sale con un libro, y que pierde a los delincuentes porque está leyendo mientras los vigila.
Así pues, a este pobre inspector le mandan en esta ocasión una misión aparentemente simple: ir al entierro de una mujer violada y posteriormente asesinada.
La orden que tiene es detener a quien más clame justicia, pues los asesinos siempre vuelven al lugar del crimen y muy frecuentemente son quienes reclaman las personas más que en los ordenadores y en los nuevos medios tecnológicos. Busca en los portales oscuros y en los rincones. Es un policía que cada vez que pasa por una librería sale con un libro, y que pierde a los delincuentes porque está leyendo mientras los vigila.
Así pues, a este pobre inspector le mandan en esta ocasión una misión aparentemente simple: ir al entierro de una mujer violada y posteriormente asesinada. La orden que tiene es detener a quien más clame justicia, pues los asesinos siempre vuelven al lugar del crimen y muy frecuentemente son quienes reclaman reclaman la detención de los culpables con más insistencia.
Méndez, sin embargo, opta por meterse en un bar, donde encuentran reunidas a seis putas en torno a una mesa. Son ellas quienes dan título a la novela, incluida esa media, la mujer que no tiene hijos y que cuida a los de las demás. Es el personaje más entrañable del libro, según su propio autor. El inspector no deja de lado la investigación, especialmente cuando es capaz de ser comprensivo con los pequeños carteristas —en ocasiones los mete en un bar, tratando de convencerlos para que dejen la delincuencia — pero no puede perdonar nunca la violación. Para él, según Ledesma, comer a costa de otro es un derecho social, pero no lo es follar a costa de otro. Eso no se puede perdonar.
El autor no había escrito nunca sobre mujeres, según confesó, y señaló que debía pedir perdón por ello. En este tipo de actos son siempre ellas quienes me hacen las preguntas más inteligentes y son también ellas quienes me leen con mayor profundidad. Creo que había perdido una parte importante de mi vida al escribir siempre sobre hombres. Sin embargo, creo que cada vez que muere alguien por la cultura o la libertad en el mundo hay siempre un vientre de mujer para sustituir a ese muerto. Son ellas quienes tienen el alma de la ciudad, ellas son la poesía y las creadoras de la historia. Esta presencia casi exclusiva de personajes masculinos en sus libros, explicó, es influencia de la literatura negra, que siempre ha estado protagonizada por hombres.
Antes de terminar la charla, Paco González Ledesma quiso expresar su enfado con el Govern de Catalunya por considerar sólo como literatura catalana a quienes escriben en catalán, y por haber enviado a la Feria de Frankfurt solamente a escritores que se expresan en esta lengua. Él, señaló, que fue expedientado en el ejército por dirigirse en catalán a los soldados, aprendió a leer y a escribir en catalán y tiene un libro de derecho en catalán.
"Los catalanes", indicó, "tienen la inmensa suerte de tener dos lenguas y dos culturas, y ambas deberían ser respectadas y protegidas por el derecho. Que nadie nos quite esa suerte"¸ reclamó, "es una política genocida. Juan Marsé, Vázquez Montalbán o yo mismo, no podemos ser considerados como no catalanes por no escribir en catalán". Ahí queda eso. Los presentes en la Semana Negra, al menos, estaban de acuerdo con él.

A Quemarropa, 13 de julio de 2005

12 de jul. 2005

Memoria urbana. Entrevista a Francisco González Ledesma

Sébastien Rutés

En Barcelona, algunos de sus colegas autores de novela negra lo llaman cariñosamente “el avi”. El abuelo. Es que Francisco González Ledesma encarna un pedazo de historia. No solamente de la historia del género policial, cuyos nacimiento, desarrollo y madurez acompañó y protagonizó, sino también de la historia de esta ciudad en la que nació en 1927 y a la que sus últimas novelas siguen rendiendo un terco homenaje.
Abogado y periodista, estuvo constantemente en contacto con la historia de su país, desde la Guerra Civil que padeció de niño a la democracia que le proporcionó un tardío reconocimiento literario de su obra, pasando por la dictadura franquista que prohibió una y otra vez sus novelas. “Muchos recuerdos”, confiesa. Recuerdos que explican en parte que su obra cuente con centenares de novelas y guiones, que abarcan todas las facetas de la literatura popular, desde la ciencia ficción a las famosas novelas del Oeste de Silver Kane, pasando por el género policial, en el que destacan las novelas protagonizadas por su detective Ricardo Méndez.

Hasta Alfred Hitchcock pensó algún día en adaptar al cine una novela suya... Y a pesar de todo, el que fuera uno de los novelistas de éxito más jóvenes de España, recibiendo a los 21 años el Premio Internacional de Novela, sigue publicando a sus casi 80 años con tanta regularidad y tanta felicidad como en su juventud. Hace dos años todavía, su novela El pecado o algo parecido fue galardonada con el premio Hammett, que recibió en la terraza del mismo hotel donde me espera ahora, leyendo el periódico.
Estos últimos días, se le vio pasear, muchas veces solitario, por las calles bulliciosas de la Semana Negra, en la que es más bien costumbre juntarse entre amigos. Más tarde, aparecía sentado discretamente al fondo de una sala, escuchando atentemente una ponencia o haciendo, a veces, una pregunta al autor como cualquier otro miembro del público. A veces tomaba en silencio un café en alguna terraza, contrastando con el alboroto de las mesas en las que sus colegas gritaban y reían en animadas y polémicas charlas. De todo su ser se desprende una sensación de melancolía, la misma que la de su detective, y a menudo, cuando habla, confunde la una y la otra. Pasa de sus recuerdos propios a los de Méndez sin casi enterarse. Sin embargo, se trata de una melancolía positiva, afirmativa, voluntaria, que es la conciencia profunda de una memoria y la fidelidad a un pasado. El de una ideología, de esas mujeres que cada vez más protagonizan sus últimas novelas, y sobretodo de una ciudad “que existió y sigue existiendo sentimentalmente”, como afirmó en la presentación de su última novela, Cinco mujeres y media.
Nos sentamos en una mesa apartada, detrás de una estrepitosa cafetera. Cuando le aviso que en esta entrevista será cuestión de la memoria, parece recordar que había sentenciado a propósito de su novela Tiempo de venganza, con la que es este año otra vez finalista del Hammett: “el pasado es lo único que tienes”. Sonríe discretamente: el tema es de su agrado en el momento en que precisamente está redactando sus memorias, que se titularán La historia de mis calles...

Sébastien Rutés: Paco, en rueda de prensa ayer, Paco Ignacio Taibo II dijo que lo que le gusta de tu obra es que gira en torno a « esos viejos agravios que quedaron en el aire ». ¿Estarías de acuerdo?

Francisco González Ledesma: Claro, me parece una frase muy acertada y muy digna históricamente, porque mi ciudad, Barcelona, es una ciudad que por siglos sufrió muchos agravios. Agravios de muchas clases. Pudieron ser políticos, puesto que Cataluña ha sido una nación sometida, y Barcelona concretamente la ha representado en este sentido. Pudieron ser sociales, porque Barcelona ha sido la gran ciudad de la lucha social en España, la que siempre se ha enfrentado al franquismo, y que padeció más víctimas, por parte del franquismo y de la violencia de derecha. Es que ha sido una ciudad obrera, es decir pobre, donde los sufrimientos domésticos, los sufrimientos sin decirlo, que para mí son los más dignos y los más llamativos, se han mantenido durante siglos. Si tuviera que definirla, diría que Barcelona es una ciudad que lucha y que sufre, y en consecuencia está llena de viejos agravios relativos a la vida sentimental y criminal que son su fondo de identidad, ya que muchas veces se refieren a cosas que sucedieron, cosas que no se han denunciado nunca y cosas que alguna persona querrá resolver para lavar su conciencia. Los viejos agravios siempre están en el fondo de la historia social y criminal barcelonesa.

S. R.: ¿ Te parecen características de la novela negra española esas cuentas que no se han arreglado con el pasado, esos agravios pendientes, por la historia del país?

F. G. L.: Esa es una pregunta que tiene dos caras y te la contestaría de dos maneras: una literaria y otra política. En cuanto a la política, te diría que es mejor que las viejas lesiones hayan quedado sin castigo y sin curación, porque gracias a esto España ha mantenido estabilidad y no ha vuelto al horror de una guerra civil. Me refiero concretamente al final del franquismo, cuando un millón de muertos reclamaban, si no una venganza, por lo menos una explicación. Y ni hubo venganza, ni hubo explicación, ni hubo revisión, no hubo nada, simplemente el olvido. Y desde el punto de vista sentimental, desde el punto de vista del niño de izquierdas que había vivido aquel horror, pareció una solución injusta, porque ninguno de esos asesinos pagó por ello, absolutamente ninguno. Ahora hay otra visión: si se hubiese producido una contra guerra civil, si hubiésemos empezado a ajustar cuentas con la gente, a matar a los que mataron, simplemente España no estaría como está hoy. O sea que dentro de las soluciones malas se eligió la mejor posible. Ahora, eso no significa que no quedara el profundo sentimiento del pueblo, no quedara el recuerdo del padre que murió, de la mujer que subió a la barricada en una balacera y no volvió nunca más. Eso es lo que me da a mí material literario, me da sentimiento literario. Pero políticamente, si me preguntas si la transición fue una solución acertada, te diría que sí, quizás porque no había otra.

S. R.: En tus últimas novelas, se siente un Méndez cada vez más nostálgico. Pero ¿nostálgico de qué? ¿Y por qué?

F. G. L.: Si me permites que esté claro, Méndez tiene tres motivos de nostalgia, y los tres para mí son muy auténticos. La primera nostalgia es la edad. La edad nos hace darnos cuenta que seguramente hemos vivido una vida que es más hermosa que la que vivimos ahora, a pesar de que ahora vivamos mejor. Es decir, yo vivo ahora con más confort que cuando era un niño pobre. Pero los sueños del niño pobre me van llenando el espacio. Es decir, siempre hay un pasado en el que tú eres más digno, eres más joven y eres más guapo. El segundo motivo no es tan confesable, pero es legítimo también: todas las mujeres que él amó se han ido haciendo viejas, o se han muerto. Todas esas mujeres estaban llenas de contenido, de sentido, tenían una voz personal, y ya no están. Ya no tienen esta voz. Incluso las prostitutas que él como policía protegía o se han hecho viejas o están muertas o bien están todavía paradas en una esquina y lo llenan de penas. Y está basado sobre la juventud perdida este segundo motivo que Méndez siente y que para mí también es muy legítimo. Y después el tercer sentido tiene importancia también, aunque solamente los barceloneses lo entendamos: es el nuevo urbanismo, la nueva ciudad. Barcelona era una ciudad llena de obreros y capitalistas perfectamente definidos, que a veces se enfrentaban a muerte, pero todo el mundo se conocía. Y había unos barrios populares, por ejemplo el barrio chino, que era el barrio en el que la burguesía se divertía el sábado por la noche, tomaba una copa, hablaba con una mujer… Todo eso se ha perdido urbanísticamente. Las calles del pasado ya no existen, y Méndez siente la ausencia de esas calles, le hacen falta. Siente que ya no son suyas. Y eso crea nostalgia. Y tal vez haya otra cosa más, que es que los viejos habitantes de esos barrios han ido desapareciendo debajo la inmigración. Hay una frase en la novela que dice que Méndez se acuerda de muchas chicas bonitas cuyos padres se llamaban Pepe, y ahora se llaman Mohamed. Es decir que los barrios han ido cambiando también porque los inmigrantes los han ido llenando de tiendas musulmanas, de tiendas hindúes, y las casas ya no son las mismas y el idioma ya no es el mismo. Y esto también a Méndez le llena de nostalgia.

S. R.: A menudo se afirma que para entender el presente hay que conocer el pasado. Al contrario, en el caso de Méndez, el vivir tan arraigado a la memoria ¿no lo desconecta del presente? ¿No crea un desfase?

F. G. L.: Claro, le crea desfase. Soy conciente, y muchas veces cuando releo mis novelas, me doy cuenta de que este rincón del pasado que conserva Méndez quizás ocupa demasiado espacio. Pero no lo puedo cambiar, porque este pasado de Méndez, y este desfase que él está viviendo, yo lo estoy viviendo también. Yo soy un hombre que muchas veces mira viejas fachadas, viejas ventanas, habla con gente que ha vivido mucho, y tiene amigos de muchas edades, y entonces para mí la ciudad es compañía y es diálogo. Nunca será la ciudad una nueva tecnología, nunca será un adelanto científico, nunca será un urbanismo nuevo, siempre será lo que ha significado en mi vida. Pero sí estoy conciente del desfase entre el policía moderno, el policía dinámico, y el viejo policía Méndez, que todavía cree en el ambiente de una habitación o en la importancia de una mirada. Pero es así. Méndez es real, yo no me invento nada. Hay mucha gente así.

S. R.: Hablando ahora del género, ¿te parece que esta temática de la presencia del pasado, de la memoria, es particularmente presente en la novela negra española? Estoy pensando en Vázquez Montalbán, para no ir más lejos.

F. G. L.: Mira, mientras hablabas yo estaba pensando también en Manolo Vázquez Montalbán, y en Juan Marsé también, aunque no sea escritor de novela negra, pero en sus novelas siempre están los barrios y siempre está la pequeña delincuencia, están los que se roban una moto, viven en un piso ocupado o engañan a la mujer. Pero Manolo había nacido como yo en un barrio popular, había vivido la pobreza, y en consecuencia la memoria de sus años de sufrimiento había marcado su vida. En sus novelas siempre están las viejas calles, los urbanistas despiadados, está el capitalismo brutal… Todo está es sus novela, como en las de Marsé. También está en La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza, está el pasado. Es que no se puede hablar de Barcelona sin hablar del inmenso pasado que tiene. El presente siempre es poco subjetivo, en cambio el pasado es enormemente subjetivo. Y por eso los novelistas lo tenemos muy en cuenta. Entonces creo que sí podría ser una característica de la novela española.

S. R.: Al escucharte parece más una característica catalana que española. Propia de Barcelona...

F. G. L.: Concretamente, si me preguntas de otros autores, te hablaría de Juan Madrid, con su viejo Madrid, el que en cierto modo no existe, el Madrid castizo… Pero yo sólo te puedo hablar de Barcelona, y de la característica de la novela negra. Creo que siempre está el pasado en el centro de la novela negra: es que el crimen no se explica sino por el pasado. Claro que existen crímenes de impulso repentino, pero no tienen la categoría de delitos. Son impulsos. Salvajadas. Pero el crimen es un proceso largamente meditado y normalmente ocupa parte del pasado de una persona. Por eso creo que el pasado es una característica de toda novela negra.

S. R.: Precisamente, la estructura de la novela policial se basa generalmente en la reconstrucción de un pasado, que es la reconstrucción del crimen y de sus motivos. ¿Sería entonces el género policial, por su estructura narrativa, el gran género de la memoria?

F. G. L.: Sí, y no solamente eso, sino que la novela negra es la auténtica novela social, en el sentido de que todo el presente de una ciudad, toda su vida industrial, sentimental, criminal, está representado en la novela negra. Es una cosa que dice Paco Ignacio Taibo pero es un pensamiento que siempre he tenido y he comunicado, que es que la auténtica novela social española es la novela negra porque es la que penetra con más sagacidad y más sinceridad en lo que es la sociedad de estos momentos. Y generalmente todo crimen se explica por un drama personal, pero también por un drama social. Ha empezado la novela negra hablando de la ruptura social de los años veinte. La novela negra española habla de una continua ruptura social que se está dando con el capitalismo salvaje, con la aparición de las nuevas formas de la economía, con la consideración del trabajo como una vil mercancía, como una mercancía más… Esos dramas no se explican bien si no es a través de la novela negra. Por eso tiene dos aspectos: es un ejercicio de memoria, y a la vez es la novela social por excelencia.

S. R.: Ya que hablas de Paco Ignacio Taibo, otra cosa que decía estos días es que según él la novela negra y la novela histórica tendían inexorablemente a mezclarse. ¿Compartes su opinión?

F. G. L.: No me parece inexorable, porque la novela es ante todo un ejercicio de libertad. Es decir que en literatura no hay nada inevitable. Yo puedo hacer la novela más distinta que se pueda imaginar, que no entre dentro de ningún género y que no se parezca a nada de lo que los otros han escrito. Esa es la maravillosa libertad que te da ser novelista. Ahora, que cada vez haya más similitudes entre la novela negra y la novela histórica me parece lógico, sobretodo porque la historia, por desgracia, viene a ser en gran parte novela negra. Y después, la novela negra, al explicar un crimen, tiene que explicar un largo proceso histórico, que muchas veces se remonta a lo que una novela histórica explicaría. Por ejemplo cuando Méndez habla de la vieja policía española, se acuerda de lo que existía en la dictadura anterior, que era la de Primo de Rivera. Y cuando habla de que el barrio chino lo llamaban así porque había gente de otros lados, pero que no eran chinos sino que eran filipinos que habían venido después de la derrota española, está haciendo historia. Existirán cada vez más estas conexiones, pero en literatura no hay nada inevitable, ninguna obligación, y eso es lo que la convierte en la cosa más libre y más bonita del mundo.

S. R.: ¿ Eres un nostálgico por naturaleza?

F. G. L.: Si, lo soy. Quizás sea porque tengo muchas cosas que recordar. Sí, quizás sea esto. Me imagino que un chaval que tenga ahora diez años pues recordará una infancia más o menos equilibrada, una alimentación sana, una familia que no ha estado rota, una casa arreglada… Pues no tendrá nostalgia. Quizás recuerde algún amigo, pero nada más. Mientras que yo he nacido en una calle en la que se tiraban tiros de portal a portal, he pasado muchísima hambre, he ido a colegios donde los maestros estaban enfrentados entre sí porque algunos eran de derechas y otros de izquierdas, he vivido en una familia rota por la guerra… Todo esto hace, quizás por desgracia, que yo tenga más vida que los chavales de ahora, y que en consecuencia tenga más nostalgia. Si la capacidad para recordar y el hecho de haber vivido mucho se pueden llamar nostalgia, pues sí, yo la tengo… Lo que no quiere decir que quisiera vivirlo todo otra vez, pero tengo más recuerdos que la gente que nace ahora.

Europolar, 3, noviembre-diciembre-enero de 2005/06

La nueva Barcelona aparece en la última obra de González Ledesma

Mark Mills abandona el cine para escribir su primera novela

Javier Cuevas

El autor catalán Francisco González Ledesma visitó ayer la Semana Negra de Gijón para promocionar Cinco mujeres y media, un nuevo título de la colección de novelas que tienen como protagonista al inspector Méndez. En esta ocasión, Méndez se encontrará una ciudad muy cambiada, a consecuencia principalmente de las reformas provocadas por los juegos olímpicos y del fenómeno de la inmigración.
El conocido personaje es obligado a realizar tareas impropias de un policía, según adelanta su autor. "Le piden que vaya al entierro de una víctima explicándole que ya que no podemos proteger a sus hijas, por lo menos asistamos a sus entierros".
La novela supone un fiel retrato de los barrios bajos de la ciudad condal, una zona en la que sus habitantes sobreviven comiendo especialmente mal y en la que Méndez se encontraba en su hábitat natural. Sin embargo, "las mujeres a las que amó han ido muriendo y además se pierde en las calles de Barcelona". La novela parte de una violación y tiene varios misterios que su autor no quiere desvelar, como el de la media mujer . El desenlace se ejecuta con tres finales distintos.
El escritor es además uno de los candidatos al premio Hammett que otorga el certamen gijonés, por su anterior novela, Tiempo de venganza. "Trata de llegar al récord de tres, que tienen dos grandes amigos: Andreu Martín y yo", ironizaba ayer el director de la Semana, Paco Ignacio Taibo II.


CANSADO DE GUIONES

La carrera profesional del guionista Mark Mills ha dado un giro de 180 grados. Ha escrito los guiones de los largometrajes Inocencia robada y El misterio de Wells , y justo cuando considera que dominaba la técnica, decide pasarse a la literatura. "El proceso de hacer un guión se vuelve muy político y resulta cansado", reconoce.
El crimen de Amagansett es la primera novela de Mills y rechaza la idea de llevarla posteriormente al cine. "Ya no quiero saber nada más de ella. Dos años de trabajo son suficientes". El protagonista de la historia es un pescador vasco que encuentra el cadáver de una mujer flotando en el agua. Por el estudio de las corrientes, sabe que es imposible que se haya ahogado, por lo que comienza una investigación en Amagansett, un pueblo pesquero cercano a Nueva York en el que las costumbres se mantienen igual que hace 300 años.

La Voz de Asturias, 12 de julio de 2005

González Ledesma presenta la seva novel·la negra més femenina

L’inspector Méndez continua la seva tasca incansable pels carrers de "la nova Barcelona multiracial" a ‘Cinco mujeres y media'.

Francisco González Ledesma va presentar ahir la seva última novel·la en el marc de la Setmana Negra de Gijón, certamen dedicat al gènere.
A Cinco mujeres y media (Planeta), l’escriptor situa el lector en els barris populars d’una nova Barcelona "en què els immigrants han reemplaçat els obrers". Les intrigues el porten també al passat marcat per la violència de la guerra i la gana de la postguerra, qüestions que "encara esmantenendins de la consciència de la gent".
L’escenari es concreta en els carrers del Raval i el Poble-sec, com ja és habitual en l’autor, però en el rerefons s’intueix la ciutat "sorgida del Fòrum, en què l’especulació immobiliària és la nova cultura empresarial".
El protagonista continua sent el Méndez que es va donar a conèixer amb Crónica sentimental en rojo, premi Planeta 1984. "Un personatge que tothom ignora i que rep els encàrrecs més fàcils per transformar-los en difícils, ja que vol arribar fins al fons". El peculiar mètode de treball de l’inspector consisteix a alliberar més delinqüents dels que ha detingut perquè "creu més en la llei del carrer que en la dels jutjats i perquè entén molt bé què és la gana". De tota manera, en aquest llibre s’enfronta a un delicte que no li permet ser magnànim: la violació.
Per González Ledesma, "les veritables protagonistes de la novel·la són les dones, les seves vides, i els seus pensaments, fet poc habitual en la novel·la negra, tradicionalment de protagonistes masculins". De fet, la seva protagonista reuneix molts dels drames de les dones que van heretar el patiment de la guerra "amb el marit mort o a la presó i els fills per mantenir, cosa que les duia a prostituir-se al Barri Xino".


Avui, 12 de juliol de 2005

González Ledesma presenta en la Semana Negra su novela «Cinco mujeres y media»

Laura Alonso

GIJÓN. «Cinco mujeres y media» contiene una crítica feroz a la Justicia. Su creación, el inspector Méndez, al igual que Ledesma, está de parte de la víctima. «Yo estoy a favor de la reinserción del delincuente -dice-, pero discrepo en dos aspectos del sistema judicial español: un delincuente sexual no se regenera nunca. Además, recibe ayudas desproporcionadas: asistente social, cobra el paro en la cárcel...» ¿Es más fácil ser medio hombre o medio mujer? «Últimamente, las mujeres se están masculinizando, y los hombres, feminizando. Yo aún creo en los valores masculinos tradicionales de respeto y protección de la mujer», asegura.
González Ledesma descubre en su última novela «la nueva Barcelona, la multirracial, en la que los inmigrantes han reemplazado a los obreros en los barrios populares y a los que les ha cambiado el carácter». El inspector Méndez «cree más en la ley de la calle que en la de los juzgados y comprende muy bien el hambre», aunque «se enfrenta a un delito que no perdona: la violación». La violación y muerte de la joven trabajadora Palmira Canadell desencadena una serie de asesinatos y saca a la luz viejas historias de un pasado, el de la Guerra Civil y el del hambre del franquismo en los barrios populares barceloneses, que vuelve para ajustar cuentas.

Escritor encuentra a periodista...

González Ledesma también ajusta cuentas. Por ejemplo, si le hablamos de Hitchcock. Si el maestro del suspense hubiese conocido el Tren Negro, ¿qué habría sido de «Extraños en un tren»? «¡No me hable de Hitchcock! -responde-. Estuvo a punto de comprarme un guión. Yo, entonces, alquilé un piso caro en Barcelona. Pero el Sindicato de Guionistas de Hollywood ejerció presión para evitar que el director comprara sus guiones en el extranjero. Me quedé sin piso, y ahora, cada vez que lo veo, me pongo enfermo». Entonces, si comenzara una novela negra a bordo del Tren Negro, ¿cómo se desarrollaría? «No sería difícil. De hecho, ya lo he pensado alguna vez. Habría un escritor que en el tren se encuentra a una periodista veterana a la que amó y le inspiró su primera novela. Él, que se ve viejo y fracasado a su lado, se suicida. Y le da a la mujer las claves para resolver su muerte».

ABC, 12 de julio de 2005

González Ledesma ubica su nueva novela en la Barcelona multirracial

EL ESCRITOR PRESENTÓ 'CINCO MUJERES Y MEDIA' EN GIJÓN

El inspector Méndez se adentra en un nuevo caso, protagonizado por la población inmigrante

EFE

GIJÓN. Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), abogado, periodista y escritor, presentó ayer en rueda de prensa en Gijón Cinco mujeres y media , su última novela con nuevas aventuras del inspector Méndez, que sigue trabajando en las calles "de la nueva Barcelona multirracial".
González Ledesma, ganador del premio Planeta 1984 con Crónica sentimental en rojo, en la que presentó a este personaje, protagonizó hoy la cuarta jornada del festival de la Semana Negra en el que firmó ejemplares de sus obras y participó en una mesa redonda tras atender a los medios de comunicación en rueda de prensa.
El inspector Méndez, "un personaje al que nadie hace caso y que recibe los encargos de casos fáciles que él convierte en difíciles porque llega hasta el fondo", según González Ledesma, descubre en su última novela, "la nueva Barcelona en la que los inmigrantes han reemplazado a los obreros en los barrios populares y a los que les ha cambiado el carácter".
Méndez mantiene en esta obra su peculiar línea policial de dejar marchar a más delincuentes de los que ha detenido, porque, según el escritor, "cree más en la ley de la calle que en la de los juzgados y porque comprende muy bien el hambre", y avanzó que en este libro su personaje "se enfrenta a un delito que no perdona, la violación".
La violación y muerte de la joven trabajadora Palmira Canadell desencadena una serie de asesinatos y saca a la luz viejas historias de un pasado, el de la Guerra Civil y el del hambre del franquismo en los barrios populares barceloneses, que vuelve para ajustar cuentas.
Para González Ledesma, este libro refleja "la realidad social y el día a día de los barrios de Barcelona", una ciudad a la que dijo querer pese a que es "durísima".
El Poble Sec y las calles del Raval siguen siendo el escenario de las peripecias del inspector Méndez, pero de trasfondo surge "la nueva Barcelona surgida del Fórum, en la que la especulación inmobiliaria es la nueva cultura empresarial y los matones y las reuniones diarias de un grupo de mujeres en un bar del Raval jalonan la intriga", señaló el escritor y periodista catalán.
Pese a toda esa ambientación, para González Ledesma, "las protagonistas de la novela son las mujeres, sus vidas y sus pensamientos, algo poco habitual en la novela negra, tradicionalmente de protagonistas masculinos". Ese "olvido" de las mujeres en sus anteriores novelas negras ha llevado a Ledesma a darle protagonismo a una mujer que simboliza a todas la mujeres de los barrios obreros españoles depositarias del sufrimiento de la guerra.


Diario de Noticias
, 12 de julio de 2005

11 de jul. 2005

La nueva Barcelona multirracial es el escenario de la nueva aventura del inspector Méndez

Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), abogado, periodista y escritor presentó este lunes en Gijón "Cinco mujeres y media", su última novela con nuevas aventuras del inspector Méndez, que sigue trabajando en las calles "de la nueva Barcelona multirracial".

González Ledesma, ganador del premio Planeta 1984 con "Crónica sentimental en rojo", en la que presentó a este personaje, protagonizó hoy la cuarta jornada del festival de la Semana Negra en el que firmó ejemplares de sus obras y participó en una mesa redonda tras atender a los medios de comunicación en rueda de prensa.
El inspector Méndez, "un personaje al que nadie hace caso y que recibe los encargos de casos fáciles que el convierte en difíciles porque llega hasta el fondo", según González Ledesma, descubre en su última novela, "la nueva Barcelona en la que los inmigrantes han reemplazado a los obreros en los barrios populares y a los que les ha cambiado el carácter".
Méndez mantiene en esta obra su peculiar línea policial de dejar marchar a más delincuentes de los que ha detenido, porque, según el escritor, "cree más en la ley de la calle que en la de los juzgados y porque comprende muy bien el hambre", y avanzó que en este libro su personaje "se enfrenta a un delito que no perdona, la violación".
La violación y muerte de la joven trabajadora Palmira Canadell desencadena una serie de asesinatos y saca a la luz viejas historias de un pasado, el de la Guerra Civil y el del hambre del franquismo en los barrios populares barceloneses, que vuelve para ajustar cuentas.
Para González Ledesma, este libro refleja "la realidad social y el día a día de los barrios de Barcelona", una ciudad a la dijo querer pese a que es "durísima".
El Poble Sec y las calles del Raval siguen siendo el escenario de las peripecias del inspector Méndez pero de trasfondo surge "la nueva Barcelona surgida del Fórum, en la que la especulación inmobiliaria es la nueva cultura empresarial y los matones y las reuniones diarias de un grupo de mujeres en un bar del Raval jalonan la intriga", señaló el escritor y periodista catalán.
Pero pese a toda esa ambientación, para González Ledesma "las protagonistas de la novela son las mujeres, sus vidas, y sus pensamientos, algo poco habitual en la novela negra, tradicionalmente de protagonistas masculinos".
Ese "olvido" de las mujeres en sus anteriores novelas negras ha llevado a Ledesma a darle protagonismo a una mujer que simboliza a todas la mujeres de los barrios obreros españoles depositarias del sufrimiento de la guerra, "con el marido muerto o en la cárcel y con hijos que mantener, lo que las llevaba a veces a prostituirse en el barrio chino sin dejar de ser amas de casa adorables".
Otra de las razones del interés literario de Ledesma por las historias derivadas de la Guerra Civil es que "aún está metida en la conciencia de la gente, porque muchos de ellos todavía hoy intentan recuperar cadáveres o se habla de hacer un mausoleo de la batalla del Ebro", elementos que demuestran que "este pasado todavía vive, y más en un país sin ajuste de cuentas".
Las ideas y tramas le surgen a González Ledesma "tanto de las historias que ha conocido en sus distintos trabajos como por sus orígenes "humildes" en esos mismos barrios donde recibió "las mejores lecciones de humanidad para escribir".
Como muchos de sus colegas presentes en Gijón, el escritor catalán se suma a los que creen que "en la nueva novela negra interesa menos su parte de misterio y mucho más la parte de novela social".
Junto a Ledesma compartió hoy protagonismo en la sala de prensa de la Semana Negra el británico Mark Mills, quien presenta en España "El crimen de Amagansett" (RBA), una novela que "se sostiene en el choque de dos mundos, uno muy antiguo y otro moderno que convergen en un pueblo de la costa de Long Island (EEUU) donde sus habitantes hablan con acento inglés del siglo XVII y siguen pescando en lugares muy peligrosos como entonces".
Tras alcanzar notoriedad como guionista de cine, con "El crimen de Amagansett", publicada hace escasas semanas en español, Mills ha obtenido en Estados Unidos y el Reino Unido un amplio reconocimiento de la crítica y el público.
"Se trata de un pueblo como congelado en el tiempo", dijo el autor, que agregó que la historia le interesó tanto que lo que comenzó como un proyecto de guión para el cine se convirtió en una novela en la que dos asesinatos sirven como punto de enlace entre esos dos mundos que conviven en el presente".

La Voz Digital
, 11 de julio de 2005

González Ledesma presenta en la Semana Negra de Gijón la nueva aventura del inspector Méndez

EFE

GIJÓN.- Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927), abogado, periodista y escritor ha presentado en Gijón 'Cinco mujeres y media', su última novela con nuevas aventuras del inspector Méndez, que sigue trabajando en las calles "de la nueva Barcelona multirracial".
González Ledesma, ganador del premio Planeta 1984 con 'Crónica sentimental en rojo', en la que presentó a este personaje, protagonizó la cuarta jornada del festival de la Semana Negra en el que firmó ejemplares de sus obras y participó en una mesa redonda tras atender a los medios de comunicación en rueda de prensa.
El inspector Méndez, "un personaje al que nadie hace caso y que recibe los encargos de casos fáciles que el convierte en difíciles porque llega hasta el fondo", según González Ledesma, descubre en su última novela, "la nueva Barcelona en la que los inmigrantes han reemplazado a los obreros en los barrios populares y a los que les ha cambiado el carácter".
Méndez mantiene en esta obra su peculiar línea policial de dejar marchar a más delincuentes de los que ha detenido, porque, según el escritor, "cree más en la ley de la calle que en la de los juzgados y porque comprende muy bien el hambre", y avanzó que en este libro su personaje "se enfrenta a un delito que no perdona, la violación".
La violación y muerte de la joven trabajadora Palmira Canadell desencadena una serie de asesinatos y saca a la luz viejas historias de un pasado, el de la Guerra Civil y el del hambre del franquismo en los barrios populares barceloneses, que vuelve para ajustar cuentas.
Para González Ledesma, este libro refleja "la realidad social y el día a día de los barrios de Barcelona", una ciudad a la dijo querer pese a que es "durísima".
El Poble Sec y las calles del Raval siguen siendo el escenario de las peripecias del inspector Méndez pero de trasfondo surge "la nueva Barcelona surgida del Fórum, en la que la especulación inmobiliaria es la nueva cultura empresarial y los matones y las reuniones diarias de un grupo de mujeres en un bar del Raval jalonan la intriga", señaló el escritor y periodista catalán.

Las mujeres, protagonistas

Pero pese a toda esa ambientación, para González Ledesma "las protagonistas de la novela son las mujeres, sus vidas, y sus pensamientos, algo poco habitual en la novela negra, tradicionalmente de protagonistas masculinos".
Ese "olvido" de las mujeres en sus anteriores novelas negras ha llevado a Ledesma a darle protagonismo a una mujer que simboliza a todas la mujeres de los barrios obreros españoles depositarias del sufrimiento de la guerra, "con el marido muerto o en la cárcel y con hijos que mantener, lo que las llevaba a veces a prostituirse en el barrio chino sin dejar de ser amas de casa adorables".
Otra de las razones del interés literario de Ledesma por las historias derivadas de la Guerra Civil es que "aún está metida en la conciencia de la gente, porque muchos de ellos todavía hoy intentan recuperar cadáveres o se habla de hacer un mausoleo de la batalla del Ebro", elementos que demuestran que "este pasado todavía vive, y más en un país sin ajuste de cuentas".
Las ideas y tramas le surgen a González Ledesma "tanto de las historias que ha conocido en sus distintos trabajos como por sus orígenes "humildes" en esos mismos barrios donde recibió "las mejores lecciones de humanidad para escribir".

Más novela social que de misterio

Como muchos de sus colegas presentes en Gijón, el escritor catalán se suma a los que creen que "en la nueva novela negra interesa menos su parte de misterio y mucho más la parte de novela social".
Junto a Ledesma compartió protagonismo en la sala de prensa de la Semana Negra el británico Mark Mills, quien presenta en España 'El crimen de Amagansett' (RBA), una novela que "se sostiene en el choque de dos mundos, uno muy antiguo y otro moderno que convergen en un pueblo de la costa de Long Island (EEUU) donde sus habitantes hablan con acento inglés del siglo XVII y siguen pescando en lugares muy peligrosos como entonces".
Tras alcanzar notoriedad como guionista de cine, con 'El crimen de Amagansett', publicada hace escasas semanas en español, Mills ha obtenido en Estados Unidos y el Reino Unido un amplio reconocimiento de la crítica y el público.
"Se trata de un pueblo como congelado en el tiempo", dijo el autor, que agregó que la historia le interesó tanto que lo que comenzó como un proyecto de guión para el cine se convirtió en una novela en la que dos asesinatos sirven como punto de enlace entre esos dos mundos que conviven en el presente".

El Mundo
, 11 de julio de 2005