19 de maig 2007

«Barcelona es como si fuera mi amante»

FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA, ESCRITOR

Con el seudónimo de Enrique Moriel, el autor catalán acaba de publicar la novela 'La ciudad sin tiempo'

Iñaki Esteban

Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) sabe lo que es vender muchos libros, y cuando mejor lo ha hecho ha sido con seudónimo. Fue el mítico Silver Kane, el autor de novelas del Oeste que en los años cincuenta y sesenta se codeaba con Marcial Lafuente Estefanía en los quioscos y en las tiendas de chucherías. Con ese nombre vendió cientos de miles de ejemplares. Ahora, como Enrique Moriel, va por los 60.000 volúmenes con 'La ciudad sin tiempo'. Entre Kane y Moriel está el propio González Ledesma, premio Planeta en 1984, y autor de la serie policíaca del inspector Méndez.

-¿Cuánto tardaba en escribir una novela de Silver Kane?

-Como mucho, una semana.

-Y así ¿se aprende?

-Fue un aprendizaje de perro. Tienes que ser interesante desde la primera página, porque son novelas de evasión, y eso te enseña todos los trucos de la escritura.

-Pero uno no escribe lo que quiere.

-Claro, pero aquellas novelas de quiosco hicieron que mucha que gente que no leía, leyera. Empecé como guionista de cómics a los dieciséis años para mantener a mi familia, ya que mi padre era rojo y estaba en el paro. Luego me ofrecieron las novelas y lo acepté porque lo necesitaba y porque me gustaba escribir. Lo que tenía que durar tres años, duró treinta.

-¿Cuántas novelas en esos años?

-Unas quinientas. Fueron un instrumento para ganarme la vida, pero fueron también parte de mi vida. Silver Kane se convirtió en mi mejor amigo y no me avergüenzo de él en absoluto. Fui un escritor popular, de masas. Eran novelas para distraer, pero tenían cierta dignidad. En aquellos años la gente se evadía leyendo en casa.

-Y ahora Enrique Moriel. ¿Por qué?

-Me dijo el editor que yo era muy conocido como escritor de novelas policíacas, y que si ponía mi nombre seguro la gente que esperaría un libro de esa clase. Enrique Moriel es el protagonista de la novela que me censuraron en 1948. Uní mi juventud y mi vejez. Salí desnudo a la calle, como un autor desconocido con una novela desconocida.

-Pobres y ricos, oprimidos y opresores. ¿Es esto lo que cuenta 'La ciudad sin tiempo' a través de la historia de Barcelona?

-Sí, pero Barcelona no ha sido más clasista que otras ciudades ricas, industriales, complicadas, con mucha historia. Ha vivido de forma muy intensa el socialismo, el anarquismo, fue antimilitar cuando la guerra de Marruecos. La burguesía catalana ha tenido la peculiaridad de preocuparse mucho por la cultura. Barcelona ha sido la ciudad que dio posibilidades a Gaudí, a Pau Casals, a Picasso en sus comienzos. Un millonario llegó a pagar la fachada de la catedral. Mucha historia y mucha trastienda, y frente a la burguesía una clase obrera muy organizada.

Un problema sentimental

-En su novela se alterna el tiempo presente y la historia de la ciudad desde la Edad Media. ¿Por qué se ha ido tan lejos?

Barcelona estaba sometida, como toda España, al régimen feudal. Los siervos de la gleba no podían moverse sin permiso del señor, que además tenía derecho de pernada. Pero, si uno era ciudadano de Barcelona y estaba dentro de las murallas, gozaba de la condición de hombre libre. Esto tiene un gran mérito. Barcelona era una ciudad de ciudadanos libres. Me apasiona. Escribo de ella como si fuera mi amante.

-Las mujeres son las que peor paradas salen en 'La ciudad sin nombre'.

-Porque se han sacrificado más que los hombres. No recordamos que hace poco más de cien años, en la industria textil catalana las mujeres se incorporaban al telar a los pocos días de parir y en muchos casos eran esclavas sexuales de los capataces. En Cataluña se daban casos de mujeres que trabajaban en las minas con sus hijos.

-¿Qué diferencia existe entre escribir sobre la Edad Media y, por ejemplo, sobre la posguerra, que usted ha vivido de manera tan intensa?

-En la guerra oí cientos de tiros y vi montones de muertos en la calle. Crecí en un barrio pobre, en lo que hoy se llama El Raval. He visto a las mujeres que se prostituían por hambre. En cuanto a la parte histórica, siempre he estado leyendo sobre Barcelona. Este argumento lo pensé hace treinta años. He roto dos veces lo que había escrito.

-¿Cómo ve la Barcelona de hoy?

-La inmigración ha ido a los barrios obreros de antes. Yo ya no reconozco el mío. Antes conocías una chica guapa y su padre se llamaba Pepe; ahora se llama Mohamed. Es un problema sentimental.

-Cataluña está invitada como comunidad a la próxima feria del libro de Fráncfort. Todavía no se sabe si irán sólo los autores que escriben en catalán. ¿Qué le parece la polémica?

-Algunos de nosotros somos hijos de inmigrantes, nuestra lengua de los sentimientos es el español y en algunos ambientes no se nos considera catalanes. Siendo una ciudad de acogida, como decía Cervantes, Barcelona tiene problemas para aglutinar a todo el mundo, y las políticas de la Generalitat no ayudan nada a mejorar la situación.Si a mi me dicen que yo soy menos catalán que otros, me enfado, me siento insultado.Conozco las calles de Barcelona mejor que el alcalde.

El Correo
, 19 de mayo de 2007