1 de maig 2006

Entrevista a Francisco González Ledesma

En la tarde del domingo 12 de diciembre de 2004, nos reunimos en la librería barcelonesa Negra y Criminal a puerta cerrada para, de la mano de Ledesma, saber qué pasa por las calles de la ciudad. Àlex Vidal trató de captar el momento gracias a su cámara fotográfica, pero pese a su saber hacer apenas pudo retener en imágenes esa sensación de melancolía y divino fracaso tan cara a la Barcelona de los perdedores. Disfruten ahora de las palabras de Francisco González Ledesma en este retorno al pasado

Paco Camarasa y David G. Panadero

Para empezar remontémonos a tu debút ¿Cómo viviste el hecho de que "Sombras viejas" fuese premiada pero no publicada debido a la censura franquista?


Lo que pasó fue que entonces la censura franquista estaba en su apogeo, y pensaron que mi novela era de rojos y de pornógrafos. Tenían razón en que era una novela de rojos, ya que hablaba de los estudiantes de la república, los acontecimientos del 6 de octubre de Barcelona... y todo esto les pareció un pecado imperdonable. Lo de pornógrafo venía de que el protagonista, al final de la novela tocaba la pierna a su novia. Fui dos veces a Madrid a intentar salvar la novela pero me dijeron que mientras Franco viviese yo no publicaría y al final tuvieron razón.
Gracias a que la novela fuese premiada gané 10.000 pesetas, con las que sufragué los gastos de la enfermedad de mi madre; el premio también me dio esperanzas, que duraron poco, y tuve ocasión de cenar con Somerset Maugham en esta zona, en la Barceloneta.
Quizás si la novela se hubiese publicado y hubiese tenido éxito me habría vuelto un engreído. Lo mejor es que la vida te dé palizas que te van moldeando.

Tras esto, ¿qué tal te fue como escritor de novelas de a duro?

Antes de eso, a los diecinueve años, escribía los guiones de cómic del inspector Dan y con eso mantenía a mi familia. Por las mañanas estudiaba Derecho y por las tardes hacía estos guiones y sabiendo de mi gusto por la literatura, en Bruguera me propusieron escribir novelas de aventuras. Necesitaba dinero y acepté un contrato de seis meses que se acabaron prorrogando hasta unos diez años. La verdad es que no me disgustaba hacer esas novelas.

¿Alguna de tus novelas fue adaptada al cine?

Curiosamente Hitchcock se interesó por una de mis historias, que trataba acerca de dos casas gemelas. Había un asesinato en una de las dos casas pero nadie sabía distinguir en cuál de las dos casas había sucedido. El sindicato americano de guionistas complicó las cosas y Hitchcock tuvo que renunciar a esta historia.

A veces comentas con humildad que tu poca técnica novelística la adquiriste escribiendo novelas para Bruguera como Silver Kane.

Claro. Yo siempre digo que aquél fue un aprendizaje de perro. Yo era un chaval imaginativo pero sin experiencia y a veces tenía que escribir hasta dos novelas en una semana. Cuando tienes que escribir una cantidad de páginas, conduciendo al final feliz y sin perder la atención del lector, aprendes todos los trucos.

En una de tus novelas te centras en el trasplante de manos.

Si. Trataba de un pistolero que se ganaba la vida matando por causas justas para mantener a su hijo. Lo matan, y a modo de castigo ejemplar le cortan la mano, y un médico borracho de los que pasean por el Oeste decide ponerle la mano al niño. El chaval quería ser cura, pero esa mano injertada tiraba del revólver... Ésta fue la primera historia que escribí.

De los numerosos títulos de Silver Kane, ¿cuál nos dirías que es la mejor?

Hay una que me gusta mucho, El diablo en la ciudad, y otra, Tres soldados, sobre guerrilleros del sur en la Guerra Civil. Hay algunas que no me gustan, pero muchas me siguen pareciendo buenas.

Alejandro Jodorowsky dice que tú ayudaste a vivir a la gente durante el régimen franquista, aunque no aportases nada a la cultura.

En realidad estas novelas no trataban de aportar nada a la cultura, eran como una película de sábado por la tarde, para pasar el rato. Si algún valor tenían estas novelas desde un punto de vista cultural era que siempre eran un canto a la libertad, un canto a la independencia, a la dignidad de la mujer. En este sentido rompieron, y la censura me prohibió muchas, por ejemplo en las que salía una dama de saloon y se enamoraba del protagonista y defendía su derecho a enamorarse.

En 1983 ganas el Premio Blasco Ibáñez con tu novela Expediente Barcelona. ¿En qué momento te decantas por el género policial?

Fui finalista pero falleció el premiado, por tanto el Ayuntamiento de Valencia no me pagó la novela. No es que yo me dedicara al género negro. En Las calles de nuestros padres me empecé a interesar por la historia de las calles, de la gente, de Barcelona. A veces veo la silueta de una mujer en una ventana y empiezo a preguntarme qué pasado tendrá; me encantan las historias anónimas. Eso es lo que de verdad me interesa, y me di cuenta de que hay una manera directa de llegar a la calle y a la gente, que es la técnica de la novela negra. En una novela convencional resulta muy difícil hablar de un juez corrupto sin entrar a describir el procedimiento policial. La novela negra te permite hablar de presidiarios, de corruptos y da una serie de facilitades que no ofrece la novela convencional.

En 1984 tiene la gran suerte de ganar el Premio Planeta con Crónica sentimental en rojo. ¿Condicionó esto tu trayectoria posterior?

Como en todos los premios, éste funciona casi a encargo. En mi caso tenía que ser el ganador otra persona, pero gustó más mi novela. Conste que no me invitaron a la cena de Planeta. Esa tarde yo estaba trabajando en La Vanguardia y me llamaron del ABC porque les habían dicho que yo ganaba el Planeta. Entonces compré cinco invitaciones, para mis tres hijos, para mi mujer y para mí, y a cada uno nos tocó una mesa distinta.
Mucha gente piensa que con este premio ya está todo hecho y no es así; luego toca ir con la novela bajo el brazo, como los demás, y si no gusta te la tumban. Y además no conviene creérselo.

Pero te pudiste conceder algún lujo, ¿verdad?

Gané doce millones de los que Hacienda se llevó cuatro. Hice un viaje a China, que entonces era algo muy especial y me compré un BMW.

Además fuiste piloto de pruebas durante un tiempo.

Claro. Lo bonito del periodismo es que haces de todo, y lo mismo estuve de jefe de imprenta por la noche, confeccionando en plomo como se hacía entonces, que viajando con el Rey y hasta me dediqué a la prensa del motor. Te daban un bólido y lo tenías que probar.

Fue un momento de tu vida, debido al pluriempleo, te viste con la noche como último momento del día en el que escribir. ¿Sigues siendo noctánbulo?

Ahora me he aburguesado un poco, pero durante mucho tiempo fuí el típico periodista nocturno, ya que salía de la redacción a las tres de la madrugada. Me atracaron varias veces pero siempre llegaba a un acuerdo con los atracadores. Por ejemplo, si tenía dos mil pesetas, les daba mil y me quedaba yo las otras mil. En aquella época la Rambla de Cataluña estaba llena de travestis, que empezaban por pedirme un cigarro y acababan explicándome sus problemas, que se sentían mujeres... También hablaba con los policías de la noche, con los basureros... Llegaba de noche a casa y en lugar de dormir escribía. Ahora no me explico cómo pude hacerlo.

En Expediente Barcelona hay un momento mítico: cuando el comisario Méndez entra al cine de sesión continua para vengarse rompiendo los dedos a un pedófilo. Esta primera aparición de Méndez es muy episódica. Cuéntanos cómo nació la idea de convertir al personaje en centro de una saga entera.

Me pareció un buen personaje para mostrar la evolución de un policía. Empezó siendo un policía franquista, que con todo caía simpático, pues cuando detenía a un rojo luego le llevaba el periódico a la cárcel, le hacía recados, llevaba al colegio a sus hijos... Méndez era particularmente duro con la gente que cometía delitos sexuales. Podía llevar a una cafetería a un delincuente y decirle "no lo hagas más", pero no toleraba que abusaran de una niña, por eso rompe los dedos a ese personaje, cosa que antes era frecuente; muchos policías franquistas golpeaban los dedos con barra de metal a algunos detenidos. Con los años, Méndez se ha ido humanizando, y a la vez el concepto de la policía ha cambiado en España. Antes la gente no podía ver a los policías y ahora se ven con más respeto y menos hostilidad.

Lo más interesante de Méndez es que nace de la fusión de cuatro policías que conociste en esos años.

Sí, uno era un guardaespaldas, campeón de España de tiro. Una vez me lo encontré asustadísimo porque se había dejado la pistola en casa. Fijaos, qué guardaespaldas. Otro era habitual del barrio chino de Barcelona, que cada vez que hacía una detención mostraba la placa en bandeja. Siempre le daban un manotazo y la placa salía volando... Había un policía más que eludía la violencia; siempre llevaba piedrecitas en el bolsillo y una pistola detonadora. Cuando un delincuente perseguido le daba la espalda, disparaba al aire y le lanzaba una piedra a la espalda. El perseguido se venía abajo, gritando "¡Me has matado, cabrón!". Y el policía respondía "pues no sé con qué", y ya esposaba al delincuente. El cuarto, que me a inspiró a Méndez, era director de la escuela de policía de Madrid, y era muy mayor. En cierta ocasión estuvimos en un congreso sobre la mafia y éste no tenía habitación de hotel, así que le invité a dormir en mi habitación doble, que aún no había visto. Resulta que en lugar de disponer de dos camas solo había una de matrimonio. Ni él se fio de mí ni yo de él, así que nos metimos en la cama con pijama y estuvimos horas y horas hablando, y me habló de los servicios de esquina, las pequeñas miserias de la gente, detenciones injustas que había tenido que hacer... y de ahí vino la idea de hacer un policía muy humano, que era Méndez.

Pese a esos cambios, Méndez no ha dejado de beber Valdepeñas.

Hablando con Manolo Vázquez Montalbán comentábamos que su Carvalho sabía comer muy bien mientras que mi personaje no sabía comer, pero es que la gente de los barrios bajos de Barcelona no sabía comer. Si pedías calamares en el bar era mejor no preguntar la procedencia, y los vinos eran de 15 grados. Méndez era hombre de mal gusto comiendo, pero es lógico, ya que él vivía en la parte trasera de un bar, y la dueña daba muy mal de comer a Méndez. Manolo me decía siempre "a ver cuándo tu jodido Méndez aprende a comer".

Aparte del gusto por las calles de noche, ¿te han marcado algunos literatos de la novela negra? ¿Te has alimentado en alguna medida de las obras de otros?

Mi padre era mozo de almacén y nunca leía, pero un hermano suyo, mi tío, era periodista de sucesos en La Vanguardia antes de la Guerra Civil, y tenía montañas de libros. Leí todo, lo mismo Los misterios de París que El conde de Montecristo. Después, durante el franquismo lo único que podías leer que no estuviese contaminado era la literatura policiaca y alguna novela francesa que conseguí bajo mano.

El tema recurrente en tu obra es el contraste entre la Barcelona de los perdedores y la Barcelona de la democracia, y muestras nostalgia hacia un pasado que pudo ser hostil. ¿Qué cambios adviertes con el paso del tiempo?

Creo que no hay otra cosa que la nostalgia de mi propia juventud. Es así de sencillo. Mucha gente recuerda el srvicio militar, la guerra o cosas muy amargas porque entonces eran jóvenes, por eso yo recuerdo aquella Barcelona.
También he visto cómo la Barcelona terrible de los barrios bajos se ha transformado en una ciudad estupenda, y yo he retratado Barcelona sin grandes tapujos, tal como era. El barrio chino, que ahora ni se llama así, estaba antes lleno de obreros y viejos revolucionarios y ahora está lleno de inmigrantes, con lo cual apenas quedan obreros catalanes. El espíritu del barrio ha cambiado del todo, y yo siento nostalgia del viejo barrio, donde había muchísima gente que pensaba como yo. Había muchas mujeres en mi barrio que para dar de comer a sus hijos se iban por la tarde a otras zonas a prostituirse. Eran mujeres admirables ya que se sacrificaban por una vida que no habían merecido.
Todo esto crea una relación humana que se puede llamar nostalgia, pero en el fondo no lo es, ya que Barcelona ha ganado mucho y yo no quisiera que volviesen esos tiempos pero si tú mezclas juventud y sentimientos te sale la nostalgia.

¿Cómo consigues en tus novelas ese equilibrio entre la lírica y la escatología?

Creo que en mi obra la escatología es ocasional. En los barrios humildes de antaño la escatología era una forma de acercarse a la realidad. Respecto a la lírica, puede nacer de observar en un portal cómo un niño cuida de un perro, una mujer vieja que, intuimos, pudo ser bonita. Esta poesía es la que he encontrado sin buscarla.

¿Había quizás más lealtad entre maleantes que ahora?

Claro que sí. Por ejemplo, la relación del pueblo con las prostitutas iba más allá de la prostitución. En Casa de Emilia, que era una casa muy conocida, se organizaron certámenes de poesía y las propias prostitutas participaban. Había cierta hermandad, que no castidad.

¿Y qué tiene tu barrio, el Paralelo, que de allí han salido cuatro premios Planeta? Montalbán, Maruja Torres, Terenci Moix y tú.

Yo creo que la explicación empieza por la pobreza, que te hace ver la vida de otra manera menos conformista, y te fijas mucho más en los detalles y en la gente, das más valor a la bondad y vives más sensibilizado. De haber estado en la Diagonal, Terenci Moix quizás hubiera sido un maricón de lujo y yo, un abogado de mierda. Creo que no es casualidad, ya que hay una sensibilidad parecida entre los cuatro.

En tus novelas suelen aparecer los meublés ¿Has visto la película documental "La casita blanca" de Carles Balagué?

Claro que la he visto. Me parece una película muy realista y todo lo que explica sucedió. Incluso añadiría muchas cosas porque la Casita Blanca era una institución. Durante el franquismo el sexo era algo magníficado por ser prohibido. Ahora se habla de abusos sexuales, pero entonces no se hablaba. Simplemente se ejercía. Por eso digo que en los meublès se han hecho muchos pactos políticos, se han levantado y hundido bancos y allí se ha resuelto el porvenir de mucha gente. Además el meublè es una institución puramente barcelonesa.

En tu literatura abunda la narrativa testimonial, la epístola, el fragmento de diario personal, el apunte al margen... ¿Podemos hablar de una literatura de tesis?

Evidentemente. Cuando yo empleo la técnica de la literatura policiaca puedo llegar donde la novela convencional no llega. Sí son novelas de tesis aunque quizás no de denuncia. Retrato la sociedad tal como yo la veo sin ningún rodeo, e intento sostener una tesis que suele ser de izquierdas, elogiando la libertad del hombre y criticando a los grandes capitalistas, ya que como abogado he conocido a la gente más rica de España, y no es que no tengan virtudes, pero me preocupo más por el hombre que se ha de levantar a las seis de la mañana para ganarse el pan.

En tus novelas captas muy bien el ambiente de Barcelona, pero a veces da la sensación de que la trama llega a ser algo anecdótica.

Sí, porque lo que me interesa es el ambiente, y esto lo veo incluso como un defecto que estoy intentando corregir. Esto es muy común en gente de mi generación, que hemos llegado a la novela por medio de la realidad social y lo que nos marca es el ambiente vivido. También entiendo que la trama hay que cuidarla y es tan importante como la realidad social en la que transcurre, pero los autores de mi generación hemos estado más movidos por la realidad de la calle.

Alguna vez has dicho que los caballos son tus animales favoritos.

Soy gran amante de los animales. En épocas de hambre, siendo niño, había apadrinado un perro con mis amigos. No comíamos pero le llevábamos un trozo de pan. Y con caballos he vivido dos experiencias inolvidables; una de ellas con mi madre. Fue en el paseo de Colón. Venía la caballería mora y nosotros estábamos en medio de los caballos y lo que me sorprendió mucho es que intentaban no pisarnos. Desde entonces les tengo una simpatía tremenda. Luego llegué a ser oficial de caballería y un invierno, en la época de los maquis, yo estaba encargado de perseguirlos, pero no lo hice. Averiguaba dónde estaban y yo me iba por otro lado. Yo tenía un caballo maravilloso que una vez resbaló en el hielo y se abrió el vientre. Yo me caí de cabeza y perdí el conocimiento. El pobre animal estuvo quieto, echando sangre, hasta que me sacaron, y al notar que yo ya no corría ningún peligro se levantó y se echó a correr. Ese caballo vivió y yo iba a diario a llevarle pan y terrones de azúcar. Cuando me licencié no lo vi más. La mirada de un caballo o la mirada de un perro tiene una humanidad que no la tiene mucha gente.

¿Crees que tu literatura tiene puntos en común con la de Montalbán?

Hay muchos puntos en común, pues los dos hemos vivido la pobreza, los dos somos de izquierdas, hemos tenido vivencias similares, y sí, nuestras literaturas se parecen bastante. Ahora bien, a Carvalho le gusta vivir bien, pero Manolo y yo nos entendíamos con una mirada. Él decía una frase muy cierta: "la patria es la pared donde de niño has orinado".

Casi se te lee más en el extranjero que en españa.

En Estados Unidos tengo vendidas seis novelas que están pendientes de publicarse. La primera es La dama de Cachemira, y el editor está cuidando mucho la traducción. La vida allí es tan diferente que no sé hasta qué punto entenderán mis novelas. En Francia sí que soy plenamente aceptado. Hay una guía de turismo sobre Barcelona que empieza con un capítulo de una novela mía. En Italia se me ha entendido bastante bien aunque los editores italianos casi siempre me han estafado. Pero eso es asunto aparte.

¿Qué autores destacarías de la novela negra española?

Tengo que destacar sobre todo a Andreu Martín, aunque puedo pecar de injusto ya que es amigo mío. Me gustan muchísimo Jesús de los infiernos y Bellísimas personas. En cambio no me gustó tanto Prótesis, que es la más famosa. De Juan Madrid me gustan las novelas que no pertenecen a la saga de Toni Romano, como Días contados. Había otro que escribía sobre temas muy atrevidos y lo hacía muy bien: Carlos Pérez Merinero. Tocaba temas muy duros pero muy bien descritos. Y me gusta mucho la primera etapa de Vázquez Montalbán; de la segunda hay novelas que no parecen escritas por él, pues perdía espontaneidad y quizás algo de inspiración. El quinteto de Buenos Aires no me gustó, pero, de entre las primeras, La soledad del mánager me parece formidable.

Por último, ¿en qué anda metido ahora Méndez?

Méndez ha estado duarnte años rozando la edad de la jubilación y al fin lo han jubilado. Ahora va mucho por la taberna "Anticipada". El comisario no lo puede ni ver, pero cuando no sabe cómo resolver un caso le consulta a Méndez. Hay un caso de una mujer que se está muriendo y la única persona que la cuida es la mujer que más la odia en el mundo. Estaba escribiendo esta historia, llegué a la página 150, no me sentía contento y la dejé. Yo rompo muchas novelas pero esta la terminaré.

Prótesis
. publicación consagrada al crimen, 4, mayo de 2006